Europa, más represión

El Universal, STEPHAN SBERRO, 24-05-2008

Después de meses de debates, los 27 miembros de la Unión Europea se pusieron de acuerdo para armonizar las reglas de expulsión de los inmigrantes ilegales.
Parece natural que países que suprimieron sus fronteras internas, menos en el caso del Reino Unido e Irlanda, protejan juntos y mejor sus fronteras externas.
Además, en la práctica, esto no cambiará el trato a los inmigrantes ilegales. Si bien es cierto que alargará los periodos de detención en dos tercios de los Estados miembros, en nueve de ellos fija un límite máximo de 18 meses que no existía antes. También instaura una interdicción de regresar a Europa durante cinco años, lo que es más severo que en muchos países, pero mejor que la interdicción permanente que existe hoy en Alemania, por ejemplo.
La decisión europea es, sin embargo, importante desde el punto de vista de los símbolos. Promueve una política común de gobernación visible para los ciudadanos y propulsa el debate sobre la inmigración del nivel nacional al nivel europeo. De Dinamarca a Malta, todos los Estados miembros endurecen las condiciones de entrada a sus territorios, pero los dos mayores protagonistas del debate fueron los mandatarios francés e italiano, que ambos fueron electos para frenar la ola de inmigrantes que la mayoría de sus electores perciben como una amenaza.
La gran diferencia entre los dos es que el francés Sarkozy logró destruir a la extrema derecha y sus ideas más peligrosas, mientras Berlusconi, que nunca dudó en aliarse con partidos populistas y post fascistas, las fomenta.
De todas maneras, pocos son los países que no siguen la misma evolución en Europa. Sólo se puede citar a Finlandia y sobre todo España, que supieron enfrentar olas de inmigrantes nunca antes vistas, sin adoptar, hasta ahora, un arsenal de medidas represivas. Luxemburgo y Suecia son otros ejemplos de una gestión exitosa para con los inmigrantes. Los europeos deben enfrentar el difícil dilema de mantener un tejido social y cultural cohesionado y acoger a los inmigrantes necesarios para su economíay su demografía.
Deben de hacer compatibles las exigencias de seguridad, y es un hecho que el peligro terrorista nace sobre todo en las minúsculas minorías extremistas musulmanas, marroquí en Bélgica y los Países Bajos, argelina en Francia o pakistaní en el Reino Unido, y la integración de millones de ciudadanos musulmanes que trabajan y pagan impuestos, ayudando a su país de adopción. Este equilibrio es difícil.
Europa no puede recibir a los millones de gente que sufre en sus países en África y Medio Oriente, en gran parte como resultado de la execrable gestión de sus élites políticas. Hasta ahora se ha logrado mantener este equilibrio sin violencia. Es un logro si uno mira hacia África del Sur, donde la población no dudó en quemar vivos a inmigrantes en un brote de xenofobia que no supo prever ni manejar su gobierno.
 
 

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