La policía vigila los campamentos de los gitanos echados de Nápoles

El Periodico, ROSSEND DOMÈNECH, 23-05-2008

Todos los caminos que llevan a los 10 campamentos de gitanos que había en Ponticelli, a cinco kilómetros de Nápoles, están controlados por las fuerzas del orden, después de que el pasado día 13 una multitud los incendiara y destruyera tras haber echado con amenazas a los 900 residentes. Fue la chispa que disparó la polémica diplomática entre España e Italia, acusada de xenofobia.
Los gitanos eran nómadas de Bosnia y Rumanía y llevaban cinco años instalados en minipoblados, debajo de la autopista o en áreas salvajes adosadas a los bloques de pisos baratos. “Eran gente tranquila, pero hace pocos meses cambiaron”, explican los vecinos. “Pedían siempre agua a mi tío, que tiene el huerto cerca del asentamiento, y nunca le robaron ni una lechuga”, añade Ciro, que se define como un aparcador abusivo (ilegal). “Se emborrachaban y paseaban desnudos, pero no iban más allá”, subraya Deborah en el mercadillo de Ponticelli.
Después, empezaron a robar en las casas, en los huertos, en los garajes y en los jardines. Hasta que María, una gitana menor de edad, fue cazada mientras, según un supuesto testigo directo, intentaba robar a una bebé y la chispa se transformó en una caza de brujas.

MESAS PUESTAS
Algunos asentamientos son ahora un cúmulo de cenizas y planchas carbonizadas; los que se salvaron son como minialdeas de casitas de madera y cartón, abandonadas a todo correr. Hay mesas todavía puestas, maletas abiertas y vestidos desparramados. En las alacenas, un desorden de platos, y de las cómodas asoman zapatos con tacón de aguja, abrigos, jerseis, corbatas y cargadores de batería. Los únicos habitantes de los campos son multitudes de perros que persiguen a unas enormes ratas que hurgan entre los enseres. En el suelo hay pájaros matados a mordiscos y en el aire revolotean extraños pajarracos.
“Habíamos advertido al consistorio de que la situación se podía precipitar en cualquier momento”, explica Nazario Malandrino, secretario del Partido Democrático local y consejero del municipio agregado a Nápoles. La advertencia fue inútil y ahora muchos culpan a la Camorra, la mafia local, de haber alentado el desalojo de los campamentos.
No hay pruebas, pero la reconstrucción de los hechos que hacen los vecinos hace levantar algunas sospechas. Los asaltos fueron sucesivos, casi cronometrados, mientras grupos de personas de Ponticelli observaban y aplaudían. “Los gitanos huían despavoridos en todas las direcciones, abandonando sus modestas moradas”, recuerda Immacolata. La policía les protegió y algunas asociaciones solidarias les dieron cobijo provisional, pero a medida que los gitanos se iban, unos niños italianos entraban en los asentamientos, salían a todo correr y justo después “se oía un ¡pluf! y prendía el fuego”, señala Malandrino.

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