El matrimonio o la convivencia entre nacionales y extranjeros constituye el principal elemento de integración de los inmigrantes. Entre todos los extranjeros casados, el 26,5% (uno de cada cuatro) lo está con una persona de nacionalidad española, frente al 68% desposado con un compatriota. Ahora bien, al mestizaje de los que pasan por la vicaría o el juzgado habría que sumar otro 30% más de inmigrantes solteros, divorciados o viudos que conviven sin papeles con una pareja en España.

Abundan especialmente las mujeres españolas que contraen casamiento con ciudadanos iberoamericanos. De hecho, el creciente fenómeno de los matrimonios mixtos ha amortiguado el paulatino descenso de casamientos en España: desde hace 20 años, se ha estancado en unas 200.000 parejas anuales, a pesar de que en ese periodo la población ha aumentado en más de siete millones de personas.

En España, la mezcla de razas, tradiciones y lenguas, camina a distinto ritmo en unas comunidades que en otras. Baleares, Canarias, Madrid, Cataluña y La Rioja, además de Ceuta y Melilla, van a la cabeza en cuanto a parejas mixtas entre un nacional y un extranjero. Por razones de mayor afinidad cultural y religiosa, los procedentes de América Central y del Sur son los inmigrantes más abundantes en este colectivo. Por el contrario, entre los grupos ‘endogámicos’ destacan los que proceden de Asia. Así, los chinos tienden a casarse entre ellos, y los filipinos también.

La otra cara de la moneda también se da. En no pocos casos de parejas mixtas formalizadas surge la sospecha de que se trate de un matrimonio de conveniencia. La semana pasada, sin ir más lejos, el Cuerpo Nacional de Policía detenía a más de una veintena de personas acusadas de concertar matrimonios de interés en la Comunidad Valenciana y Tenerife. Los agentes arrestaron a 19 sospechosos como supuestos responsables de la concertación de bodas de personas extranjeras – la mayoría de Nigeria y Pakistán – con ciudadanos españoles para conseguir la residencia.