Sucesos

Caen dos violadores en serie

El Mundo, PABLO HERRAIZ, 23-05-2008

La Policía ha detenido a un rumano y a un marroquí que violaron a tres mujeres cada uno en los últimos meses. Ambos eran muy agresivos, olían a tabaco, sudor y alcohol, llevaban armas blancas, y también pegaban y robaban a sus víctimas Los dos apestaban. Literalmente: uno olía a sudor que echaba para atrás; el otro, a alcohol y a tabaco. Sus víctimas, todas mujeres jóvenes, describieron a la Policía el horrendo olor que desprendían sus violadores, algo que no olvidarán fácilmente.


El Servicio de Atención a la Familia (SAF) de la Jefatura Superior de Policía de Madrid ha detenido en las últimas semanas a dos violadores en serie, a los que de momento puede imputar tres violaciones por barba, además de muchos otros delitos como lesiones, robo y amenazas.


El primero de ellos se llama Valentín y actuaba en el distrito de Hortaleza. Siempre en el entorno de la calle de Algemesí, según explicó ayer la jefa del SAF. Es rumano, tiene 28 años de edad y vivía en una autocaravana.


Se da la circunstancia de que en este vehículo también vivía la familia del detenido. Según las investigaciones, éste solía salir de noche a dar una vuelta, y en el entorno del barrio es donde encontraba a sus víctimas.


La primera denuncia llegó el 15 de marzo, y la víctima era una española de 26 años. Dijo que la habían violado cuatro días antes, a las 23.30 horas. El hombre que la agredió era muy grande, la abordó por detrás, le dio puñetazos en la cara, la sujetó por el cuello, la violó y le robó el móvil, el bolso, el monedero y el DNI. Se marchó andando.


La examinaron en el Ramón y Cajal, donde encontraron contusiones en las costillas y una gran herida en el párpado. Ella dijo que su agresor tenía ojos oscuros, barba de varios días, anorak, pantalón y gorro oscuros y unos guantes de lana rojos. Además, dio un detalle clave: tenía un bulto en la parte delantera del pene.


Vejaciones


El 24 de marzo, una española de 19 años sufrió también una violación cuando volvía a su casa de madrugada. La amenazó con una navaja, la vejó hasta hartarse y también le robó sus cosas. La descripción era la misma.


Ya a mediados de abril, otra chica española, ésta de 29 años, fue violada y agredida cuando iba a por su coche, hacia las cinco de la mañana. La golpeó hasta que ella no pudo resistirse más y la llevó a un parque, donde repitió su salvajada y le robó el móvil y el dinero.


Las primeras investigaciones hacían pensar que el violador era suramericano, por lo que tardaron un tiempo en identificarle y saber que era rumano. El 22 de abril lo arrestaron y ya está en la cárcel. En su caravana encontraron las pertenencias de las víctimas. Ya detenido, se comprobó que Valentín llevaba una bola inserta bajo la piel del pene.


El segundo caso se resolvió este sábado pasado. Se llama Adil, es marroquí y tiene 25 años. Violó a tres mujeres en los distritos de Latina, Carabanchel y Ciudad Lineal, donde por fin fue detenido.


El pasado 26 de agosto, una mujer peruana de 42 años dijo que la había violado un árabe que olía mucho a alcohol. Tenía el pelo corto, peinado con la raya a un lado y era delgado.


La amenazó de muerte: «¡Ven conmigo o te mato, te juro por Dios que te mato!», gruñó. En la calle de Vázquez de Mella intentó meterla en varios portales pero no lo consiguió. Al final, la arrastró a un parking, donde la penetró.


No se lograron muestras de ADN porque la mujer se lavó y limpió su ropa: se sentía sucia, rara, vejada. Sin embargo, la Policía insiste en que hay que sobreponerse a esa sensación, que es habitual, y acudir corriendo a denunciar sin ducharse ni lavar la ropa, porque las muestras de ADN después son claves para poder encerrar al violador. Pese a esto, la víctima le reconoció sin lugar a dudas cuando ya lo detuvieron.


En una calle de Latina, Adil encontró a su segunda víctima. Una brasileña que salía de su casa a tirar la basura. La obligó a entrar en el portal, la metió en el cuarto de los cubos de la basura y la violó. Cuando terminó lo intentó de nuevo pero no lo logró; le costaba mucho lograr una erección. Antes de marcharse le robó el poco dinero que tenía. Esta vez hubo más suerte y sí se recogieron muestras de ADN y huellas del tipo.


El 8 de mayo, en la calle de Montejurra, una española de 30 años fue la tercera víctima. La amenazó con un arma blanca, como había hecho con las anteriores, la violó en un descampado y le robó cinco euros. Se tomaron las muestras de ADN y se intentó localizar al sospechoso.


Este tenía expediente de expulsión, y con esa excusa se le citó en la comisaría de Ciudad Lineal, donde quedó detenido por las tres violaciones y dos robos con violencia e intimidación.


Adil, como Valentín, también está en prisión.


VALENTIN C.


Ex boxeador, vivía en la calle


Era un tipo muy grande, llegado de Rumanía hace no se sabe cuánto, que se había asentado en una autocaravana. La tenía aparcada en la esquina de las calles de Bellaterra y Balcánica, en el distrito de Hortaleza. Solía ir sucio, y hacía vida en el barrio con sus vecinos de campamento callejero, también gitanos rumanos.


Tiene mujer e hijos y un pasado que pasa por los ring del boxeo. Es muy corpulento y tiene un vozarrón que asusta sólo con oírlo. A todas sus víctimas las amenazó con un arma blanca, ya fuera un cuchillo, un destornillador…


Ellas, aterradas, recordaban de él su barba de varios días, la suciedad de su piel y un olor a sudor que daba asco. Las vejaciones a las que las sometió sólo las conocen ellas y los lugares sórdidos donde lo hizo.


Con sus dotes de boxeador era capaz de noquearlas enseguida, daba igual que se resistieran. Además, ya había estado detenido por abusos sexuales, aunque aquello no le supuso ninguna condena porque se había tratado de una cosa leve: una mano ligera sobre el trasero de una mujer.


Pero a partir de ahí, que se sepa, surgió un hambre de violar que sólo ha terminado con su arresto. La familia se ha marchado. Nadie quiere ya saber de él, un hombre capaz de dejar a su esposa durmiendo en la calle y salir a devorar mujeres.


ADIL S.


Trató de violar a su vecina


Un marroquí entregado al alcohol, descontrolado cuando bebía. Por las descripciones de sus víctimas debía de hacer siempre lo mismo: beber como un cosaco, vagar por barrios cada vez diferentes y enajenarse al ver una víctima.


De ser así, se le encendería la mirada al ver a una mujer sola; ya lo había probado hace nueve meses, cuando en agosto violó a la primera víctima que se conoce. Entonces, en una de esas noches de borrachera interminable, intentó violar a su compañera de piso, que le denunció y causó su primer arresto. Le abrieron un expediente de expulsión que no se había aplicado.


La suerte que tuvo aquella chica fue que no consiguió vejarla: todas explicaron que le costaba mucho conseguir una erección, casi seguro consecuencia del alcohol. Su olor a borracho y a tabaco asqueó a las mujeres.

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