Alejandro de Bernardo

Prohibido a rumanos y perros

El Día, 18-05-2008

GEneralizar es casi siempre injusto. Generalizar es mentir. Es el recurso de los vagos. De los malintencionados. De los simples. Y hasta de las gentes con buenas intenciones. De los demasiado generosos y también de los ilusos. No quiero generalizar. Todos lo hacemos con demasiada frecuencia. Probablemente, todos tenemos un poco de cada cosa. Otra vez generalizando.

Puede que haga unos quince años desde que visité el otro archipiélago español. Distante y distinto. Muy diferente al nuestro. Precioso como este. Con otros colores. Con otros vestidos. Sobre todo, con otras gentes. Mejores o peores… ¿Quién sabe? Diferentes, sin duda. Con un… “déjame entrar” complicado. Áspero. Seco.

Todo muy cuidado y limpio. Eso sí. Cada cosa en su sitio. Naturaleza perfecta. Casi artificial. De entrada te cobran hasta por mirar el horizonte. De salida, pagas por pensar, si sueñas con cualquiera de las irrepetibles calas que perfilan aquellas islas. No me atrevo a definir a sus gentes. Nueve días no dan para tanto. Tampoco sería justo. Y sobre todo, no tendría por qué ajustarse a la verdad. Sólo puedo hablar de sensaciones. Las que me traje no fueron tan bonitas como sus paisajes. Sus playas o sus viejos olivares.

La noticia de la agencia Efe del lunes pasado me refrescó aquellos días de hace ya casi tres lustros a la vez que me dejaba perplejo: la policía local de Alcudia (Mallorca) obligó a una tienda de productos informáticos a retirar un cartel racista que había colocado en la puerta del establecimiento, después de una oleada de críticas emitidas a través de internet.

No piensen que era cuestión de matices, de tonos o colores. Era un crochet de derecha directo al mentón de la solidaridad. Del sentido común. Un monolito al racismo y la xenofobia. Lean el párrafo textual que no estaba tallado en piedra como podría suponerse: “¡Aviso! Se prohíbe la entrada sin previo aviso a perros y rumanos, de lo contrario saldrán echando hostias”.

Desde el Ayuntamiento de Alcudia dicen que el hecho es “un caso aislado”. Una de las encargadas de la tienda justificaba la cosa, que llama advertencia, por los muchos robos sufridos por parte de ciudadanos rumanos. Y que se debió a un “calentón” de los propietarios, hartitos de las “limpias” producidas por personas de esa nacionalidad. Generalizar. Nadie se libra de hacerlo.

Ahora recuerdo que el dueño de una de las tiendas de regalitos, próximas a la playa, le arreó un buen cogotazo a uno de los adolescentes con los que hice el viaje. Había intentado robarle unas gafas. (De las de todo a cien). Y como le parecía poco, lo retuvo “preso” hasta que llegamos los que dirigíamos el grupo.

Sólo fue un detalle. Lo de la entrada de perros y rumanos también lo es. Ahora que las sentencias judiciales intentan reforzar conductas ejemplarizantes, podrían obligarles a instalar otro cartel con un mensaje mucho más inteligente que podría decir algo parecido a esto: “No tenemos ofertas, pero aún así, a los ciudadanos rumanos les hacemos un 15% de descuento. Y si traen perro, un 20”.

Es posible que vendieran menos. Seguramente ganarían más. Y todos… Hasta hace un par de semanas tuve una alumna rumana. Sencillamente encantadora. Su familia, también. Mejor que no se enteren de estas cosas. El dolor innecesario es crueldad.

Feliz domingo.

adebernar@yahoo.es

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