ROSSANA ROSSANDA / Ex dirigente comunista y fundadora de 'Il Manifesto'

«No creía que a estas alturas llegaría a ver a un alcalde fascista en Roma»

El Mundo, IRENE HDEZ. VELASCO. Corresponsal, 09-05-2008

Era apenas una adolescente cuando participó en la Resistencia como partisana. Tenía sólo 22 años cuando se inscribió al Partido Comunista Italiano (PCI). Y 23 cuando dejó su trabajo para dedicarse a tiempo y corazón completos a la política. Rossana Rossanda (Pola, 1924) ha sido militante comunista, escritora, diputada y fundadora y directora del periódico Il Manifesto. Pero, sobre todo, Rossanda – cuya autobiografía, La muchacha del siglo pasado, ve la luz ahora en España de la mano de la editorial Foca – ha sido una gran protagonista de la política italiana de los últimos 50 años.


Pregunta. – El actual Parlamento será el primero, desde 1945, en el que no habrá ni un representante de la llamada izquierda radical…


Respuesta. – La llamada izquierda radical no es tal cosa. La realidad es que en el Parlamento italiano hace ya tiempo que no hay ningún radical. Lo que había era una izquierda socialista que defendía algunos derechos salariales, una cierta justicia fiscal, unos gastos sociales… Lo preocupante es que quieren destruir incluso a esa izquierda no radical.


P. – ¿Por qué esa izquierda no ha conseguido ni un escaño?


R. – Por culpa, en gran medida, de la absurda Ley Electoral hecha por el anterior Gobierno Berlusconi. Incluso la propia derecha la calificó de «porquería». Esa ley ha jugado a favor de los dos grandes partidos y de las formaciones con una fuerte presencia territorial, como la Liga Norte. Pero haber dejado fuera del Parlamento lo que quedaba de la cultura italiana socialista y comunista significa haber dejado sin voz a amplios sectores de la población.


P. – ¿Cómo explica que muchos obreros tradicionalmente de izquierda hayan votado por la Liga Norte?


R. – Porque es un partido antieuropeísta y que está constantemente transmitiendo el mensaje de que mantendrá la italianidad de las industrias patrias. Los de la Liga aseguran que harán una política proteccionista y lo que más temen los obreros es la deslocalización, es decir perder su trabajo porque sus industrias se trasladan a países con costes de producción menores. Y la ex izquierda, es decir el Partido Demócrata de Walter Veltroni, defiende el libre mercado europeo, lo que significa deslocalización permanente en nombre de la competitividad.


P. – ¿Qué siente ante la Italia resultante de las últimas elecciones legislativas?


R. – Qué quiere que le diga. No creía que a estas alturas llegaría a ver a un alcalde fascista en Roma [Gianni Alemanno] y a Silvio Berlusconi, una persona absolutamente impresentable, convertida por tercera vez en primer ministro.


P. – ¿Y qué opina del discurso xenófobo de la derecha?


R. – Bueno, todos sabemos desde hace tiempo que la Liga Norte es un partido xenófobo. Y el alcalde fascista de Roma, que es de Alianza Nacional, también ha prometido expulsar de la ciudad a todos aquellos inmigrantes que no tienen documentos. Pero no me sorprende, la verdad: es el mismo discurso que mantiene, por ejemplo, [el presidente francés, Nicolas] Sarkozy, que ha prometido expulsar a 25.000 clandesinos al año y quien nadie definiría como fascista. En toda Europa se dice que hay que echar a los inmigrantes clandestinos, no existe un solo jefe de Gobierno que declare lo contrario. Y no sólo a los inmigrantes extracomunitarios: hay una circular europea de hace dos años que, a pesar de existir el derecho de libre circulación, permite a los Gobiernos expulsar de su territorio a aquellos ciudadanos de países de la Unión que carecen de medios para su manutención y que podrían representar una carga para sus sistema sociales. Debemos avergonzarnos como europeos. Yo me avergüenzo como italiana.


P. – ¿Cuál ha sido el gran error de la izquierda italiana?


R. – Creo que han sido dos. El primero es que, como toda la izquierda europea, tuvo mucho miedo a que, a raíz de Mayo del 68 y de los años 70, cuando crecieron las luchas políticas, los fascistas pudieran reorganizarse y regresar. El PCI, por ejemplo, se esforzó en suavizar sus postulados políticos, porque decía que si se exageraba se podía estar contribuyendo al rearme de la derecha.


El segundo gran error ha sido no saber adaptarse a los cambios que ha sufrido el capitalismo, que en los años 80 no era el mismo que en 1945 – 50. En vez de adecuar su propuesta política a un capitalismo modificado y globalizado, el PCI y la mayor parte de sus homólogos europeos han decidido pasarse al otro lado, dejando de proponer un cambio en la sociedad.

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