«Hay 30.000 personas sin techo y 3 millones de viviendas vacías»

Diario Vasco, JAVIER MEAURIO, 07-05-2008

Pedro José Cabrera (Córdoba, 1956) es profesor de Sociología de la Universidad Pontificia de Comillas (Santander), miembro del ‘Europan Observatory on Homelessness’ y autor de una tesis doctoral y de numerosos artículos y estudios sobre las personas sin hogar. Ayer participó en el Taller sobre Personas Sin Hogar que organiza Cáritas Diocesana, para abordar la prevención y la integración de este colectivo social.

- ¿De qué grupo social estamos hablando?

- Según los datos del Instituto Nacional de Estadística pongamos que son 30.000 las personas que viven en España sin techo, en la calle. Somos un país de más de 40 millones de habitantes con 3 millones de viviendas vacías. Haz tú mismo los números. Tenemos 100 pisos libres por cada persona sin techo.

- Suena duro…

- No te equivocas. Estamos en un sistema injusto y muy duro con las personas, que proyecta viales que conducen a vidas más rotas. Tenemos el continente, pero no las bases legales ni los instrumentos para abordar el problema. Nos falta la estructura y el acompañamiento para ayudar a estas personas.

- La calle, además, no es para vivir.

- No. Es un lugar para pasear solo, con la familia o con conocidos o amigos, para tomar una café o una caña, pero luego tiene que haber siempre un sitio al que volver.

- Cuando pensamos en los ‘sin techo’ siempre vemos hombres y urbanitas.

- Bueno, el 85% de los que viven en la calle son varones y más del 50% extranjeros. Con respecto al tema urbano, es cierto que la mayoría de esta población se encuentra en las grandes ciudades, pero es que también es ahí donde se han realizado los grandes estudios. No hay trabajos de campo pero en poblaciones como Tierra de Barros, en Extremadura, se han juntado 2.000 personas en época de la recogida de la uva. Personas hacinadas que viven en la calle, caseríos, cortijos o en abandonadas naves industriales. También este fenómeno se da en Almería o en Navarra, en la Ribera, aunque no hay datos contrastados.

Se puede salir

- ¿Y en esa bolsa de la pobreza, del que no tiene techo, se entra, pero también se sale?

- La verdad es que hay una especie de efecto tobogán. Te deslizas y te deslizas hacia abajo y es difícil vencer inercias. Por eso es muy importante la atención preventiva y llegar al problema a tiempo. Con todo, también se sale. Lo que ocurre es que cada uno necesita su tratamiento especial. Lo que le pasa a una persona no le sucede a la otra. A veces trabajamos con parámetros que no son los suyos, con estándares que no funcionan. Ellos tienen sus propios mecanismos de supervivencia que a nosotros se nos escapan. Ahí hay un problema.

- ¿La persona llega a la calle ya ‘tocada’ o es ésta la que le lleva a una degradación posterior?

- Vivir en la calle te desestabiliza. No hay duda, pero también hay otros temas. Me refiero a trastornos psiquiátricos serios, como la disfunción bipolar o rupturas familiares que en la soledad y fuera de una casa son mucho más difíciles de superar.

- Las instituciones, las administraciones ¿responden bien a esta problemática?

- Para nada. Tienen una conciencia clara de que estas situaciones no deben permitirse, pero de ahí a hacer algo… Míra los programas de los partidos políticos. Hacen una referencia de cuatro o cinco líneas a este tipo de problemática. Ten en cuenta que los ‘sin techo’ – en su mayor parte – no pueden votar, están fuera de ese campo del voto, por eso no les interesan. Para un político tener presencia de pobres en su territorio es incómodo, por eso intentan que desaparezca el pobre, no la pobreza.

- Pero existen políticas contra la pobreza, para evitar que se extienda.

- No quiero ser negativo, pero en un alto porcentaje están encaminadas a invisibilizar al pobre. Llevarlo a barrios marginados, a albergues lejanos. Políticas baratas que tranquilizan conciencias. Lo que no se ve no existe. Y es que el mundo de la pobreza requiere gastos, paciencia, un ritmo lento, a largo plazo y mucha gente empeñada en ponerle soluciones. Son resultados que no se pueden ver en cuatro años y es en ese plazo de tiempo en el que se mueve el político.

- ¿Y la situación es parecida en el llamado mundo occidental?

- Hay una concepción diferente de los hechos. En Inglaterra, en el mundo anglosajón – en general – , en en los países escandinavos… se contempla como un asunto de Estado. No está tan en las manos del voluntariado y de la dinámica que pueda impartir por ejemplo la Iglesia, como sucede en el sur de Europa, en España, Portugal o Italia.

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