LORCA

Cuando los sueños se frustran

Vianca llegó a España llena de esperanzas y ahora está en la casa de acogida de inmigrantes de Cruz Roja mientras regula su situación

La Verdad, , 28-04-2008

«Todos nos decían que España era un país de oportunidades, que aquí tendríamos trabajo, una casa, una vida mejor», se lamenta Vianca, una joven rumana de 18 años, que llegó hace poco menos de un año a nuestro país acompañada por su marido, Daniel. «Cuando llegamos sufrimos una decepción. No encontrábamos trabajo, ni un lugar donde vivir… Nada».

La situación de ambos era tan dramática que decidieron acudir a Cruz Roja. Allí, a través del Departamento de Intervención Social conocieron la existencia de la Casa de Acogida de Inmigrantes. Con Daniel y Vianca contactó Eugenia Voinea, que colabora de forma voluntaria en estas labores. «Me dijeron que no tenían nada y que necesitaban ayuda para poder salir adelante». Desde entonces, viven en la Casa de Acogida de Inmigrantes de Cruz Roja. Se trata de una pequeña casa con tres habitaciones en la que actualmente residen tres familias. «En momentos puntuales, por necesidad, han llegado a vivir hasta 14 personas, pero esto sucedió por una situación de emergencia que se produjo», explica Fina Ruiz, encargada del departamento de Intervención Social de Cruz Roja.

Junto a Vianca y Daniel también viven un rumano, Nicolás, que se encuentra en paro y busca trabajo; y Csaba y Corina, que tienen una pequeña de un año, Andrea. Pero podrían haber muchos más, ya que existe una lista de espera para poder ser acogido en esta vivienda. Cada uno de ellos, «ha sido seleccionado», cuenta Fina Ruiz, quien asegura que «tienen que cumplir unos requisitos muy concretos».

Además, se investigan si los datos que aportan son reales y se les hace un seguimiento. Este último puede llevar años, asegura Eugenia Voinea, quien años después de que algunos hayan abandonado la vivienda todavía se reúne periódicamente con ellos para conocer cuál es su situación actual. «Nos interesamos por cómo les va, si tienen alguna necesidad. No solemos perder el contacto, ya que muchas veces ellos conocen a otros compatriotas que están pasando por la misma situación en que se encontraron».

Lo más difícil, explica, es encontrar trabajo. «Prácticamente me pateo la ciudad cada día en busca de un puesto para Vianca o Nicolás, pero mañana pueden ser otros». Apremia encontrar un lugar donde puedan trabajar, pero también un hogar. «Esto último es más fácil cuando tienen un trabajo, un medio de vida», detalla.

Uno de los principales problemas que plantea esta vivienda es su emplazamiento. Algunos de los que han residido en ella tenían que levantarse a las tres de la mañana para llegar a su trabajo a la hora prevista. «Está a siete kilómetros de distancia del casco urbano. Algunas personas que trabajaban en el campo y tenían que estar a las seis o siete de la mañana venían andando, o en bicicleta, por lo que tenían que levantarse tres y cuatro horas antes».

Este tipo de situaciones demuestra, según Voinea, «hasta el punto que necesitan un techo». Los que residen en la casa, entre los requisitos que tienen que cumplir, está el tener un puesto de trabajo. «Se les acompaña en su búsqueda, a la hora de tramitar la tarjeta sanitaria o documentación necesaria para el permiso de trabajo». El apoyo llega a estar junto a ellos en caso de enfermedad. Es lo que ocurrió con uno de los inquilinos de esta casa que fue operado por un cáncer y junto a su cama del hospital estaban voluntarios como Eugenia.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)