NURIA MARIN / Alcaldesa de L'Hospitalet de Llobregat

«Quiero una ciudad divertida, pero no dejaré que molesten con el 'reggaeton'»

El Mundo, HECTOR MARIN, 28-04-2008

Conoce bien las ventajas e inconvenientes de vivir «justo al lado de Barcelona». «Ahora todos decimos que somos de L’Hospitalet.Con orgullo. Pero no siempre fue así. Con mucho esfuerzo nos hemos hecho nosotros mismos». La socialista Núria Marín (L’Hospitalet, 1963) es la primera alcaldesa de la historia de L’Hospitalet. Diplomada en Empresariales, es toda una veterana de la empresa: técnico municipal con 22 años; casi tres lustros entre concejal y primera teniente de alcalde; 19 años a la vera de Celestino Corbacho, a quien sucede. «En prácticas no estoy», bromea.


Pregunta. – Era un secreto a voces que Celestino Corbacho no iba a terminar el mandato.


Respuesta. – Pues me lo podríais haber dicho [risas]. Su intención era dejar el cargo a mitad de mandato, pero parece razonable que en política se cambie una decisión en función de la realidad del momento. Se ha ido a Madrid de ministro, y yo tengo tres años por delante para darme a conocer. Y en 2011, si me apoya el PSC, me presentaré a las elecciones para que decidan los ciudadanos.


P. – Ahora representará durante tres años a los votantes de Corbacho.


R. – Voy a ser la alcaldesa de todos, incluso de los votantes del PP. Voy a defender los intereses de toda la ciudad.


P. – ¿Qué le toca hacer hasta la nueva cita con las urnas?


R. – Gestionar nuestros compromisos electorales, desarrollarlos y ejecutarlos; además, adquirir otros nuevos para que el siguiente mandato, en 2011, con plena responsabilidad desde el inicio, sea diferente a éste y la ciudad dé un salto.


P. – Así que el resto del mandato será puro continuismo.


R. – Sí. Parto de la idea de que lo que funciona no hace falta cambiarlo; y aquello que no funciona, hay que mejorarlo. Hay que tener en cuenta que lo que hoy sirve tal vez mañana ya no sirva.


P. – ¿Cuáles van a ser sus primeras aportaciones?


R. – Voy a aportar mi visión y mi personalidad: me gusta hablar; discutir; estar cerca de la gente, y escucharlos para conocer sus necesidades y después tomar las decisiones oportunas. El interés general siempre debe prevalecer por encima del particular.


P. – ¿Cómo van a ser sus propias políticas municipales?


R. – Pondremos en marcha nuevas políticas encaminadas a corregir los futuros conflictos y errores; y medios para que no se produzcan.Progresivamente, sin bandazos ni péndulos. La política va por detrás de la sociedad, y tenemos que intentar avanzarnos. Para ello, hay que conocer la opinión de la calle, ser como esponjas.


P. – Cada vez más inmigrantes se enfrentan al paro tras haber conseguido antes un contrato laboral. L’Hospitalet cuenta con un 24% de inmigrantes, con picos de hasta un 35% en algunos barrios.¿Cómo va a afrontar esta nueva fase del fenómeno de la inmigración?


R. – Nuestro índice de paro es muy bajo, eso nos hace afrontar más relajadamente esta etapa económica no tan positiva. Contamos con una base económica de creación de empleos, algo muy importante porque los más beneficiados van a ser los vecinos. Y es que si aquí se crea una fábrica del siglo XXI – por ejemplo, un hotel – , lo más lógico es que los trabajadores vivan aquí. A eso se le suman los servicios municipales de búsqueda de empleo a los expulsados del sistema.


P. – Respecto a este fenómeno, han calado expresiones de Corbacho como «A la inmigración hay que gobernarla» o «No va a poner las normas de la escalera el último en llegar». ¿En qué términos se va a referir usted a la inmigración?


R. – Yo coincido: es un fenómeno a gobernar para que no genere conflictos. Uno de los objetivos y herramientas es la convivencia.Y el reto principal es que todo el mundo tenga los mismos derechos y obligaciones. Digo esto porque existe la sensación de que los que vienen de fuera tienen más derechos que los que estaban aquí, y no es cierto.


P. – ¿Se han reformulado los objetivos en el laboratorio de la gestión de la inmigración?


R. – El objetivo es dar un equilibrio; que ni un vecino sienta que nadie le está quitando nada ni invadiendo su espacio, como parques públicos. El último que llega no puede poner las reglas: un piso no puede convertirse cada sábado en una discoteca. Quiero una ciudad culta y divertida, pero no voy a dejar que los vecinos den la murga con el reggaeton o la bachata. Y lo mismo haremos si el que molesta es el bar de abajo. Eso es controlar la inmigración.Habrá que dar alternativas a la gente para que pueda divertirse ordenadamente, dotarles de un espacio. La libertad acaba cuando invades la del de al lado.


P. – ¿Qué alternativas?


R. – Le estamos dando vueltas. En polideportivos o escuelas que están cerrados el fin de semana. Estamos haciendo ahora de laboratorio de medidas en algunas zonas para exportarlas al resto de la ciudad.


P. – ¿Y va a renovar o ampliar ese paquete de medidas no autoritarias, como la mediación social o la apertura de espacios alternativos de ocio?


R. – No hay una sola fórmula para arreglar el fenómeno. Sin autoridad no se solucionan todos los problemas. Al señor que le prohíbo hacer una fiesta en su casa, tengo que darle alguna solución a ese conflicto. Así, los centros culturales de barrio pueden servirnos, además de para realizar actividades como los bailes de salón o cantar jotas, para que la gente baile allí reggaetón.


P. – Sobre todo si viven muchas personas en un piso pequeño.


R. – Claro. Si siete personas viven en una casa de 60 metros cuadrados, es normal que quieran salir a airearse. Pero, insisto, la seguridad y la disciplina son imprescindibles, y no las vamos a dejar de lado.


P. – ¿Tienen los inmigrantes las puertas de L’Hospitalet igual de abiertas que hasta ahora?


R. – Yo no puedo evitar la entrada ni la salida de gente. Vamos a hacer una política de vivienda social para que la gente no tenga que marcharse de su ciudad para comprar un piso. La llegada de inmigrantes se ha desacelerado y, si sigue así, podremos asumir más. Estamos en una situación de equilibrio, así que conviene evitar otra avalancha como la que vivimos recientemente.


P. – ¿Cree que el vecino tiene la sensación de que “aquí ya no cabemos más” (sean de aquí o de allá)?


R. – No habrá problemas con los inmigrantes que vayan llegando con condiciones iguales a las del ciudadano que ya está aquí.Pero no vamos a permitir sobreocupaciones de pisos, fuente de problemas. Somos de los pocos que hemos denegado reagrupaciones familiares al considerar que la habitabilidad no era mínimamente adecuada. Somos casi pioneros en esto. En el filo de la legalidad y la ilegalidad. Está bien pensado, pero no nos permite poner un tope de personas en las viviendas. Eso sí, como Ayuntamiento estamos obligados a empadronar a todo aquel que lo desee.


P. – El nuevo ministro de Trabajo e Inmigración es el ex alcalde de L’Hospitalet. ¿Puede ser la ciudad un campo de pruebas en este capítulo?


R. – No es que disponga de un campo de pruebas, pues conoce perfectamente la situación. Un ministerio no es evidentemente una ciudad, pero la experiencia de Corbacho aquí con el fenómeno de la inmigración le va a servir para tomar decisiones para todos y para impulsar políticas que nos doten de herramientas a los responsables de los municipios en que aún hay conflictos por solucionar.

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