REPORTAJE

La diversidad se pierde la feria

La débil presencia latinoamericana y magrebí, eclipsada por el vendaval andaluz

El País, FERRAN BALSELLS, 28-04-2008

“La cosa está tranquila”, afirmaba Andrés, de 28 años y camarero de la caseta latina, mientras se entretenía pasando la bayeta por la pulcra barra del local. El aroma a patata frita y la salsa que babeaban los altavoces dominaban una carpa entregada a la modorra dominguera que ayer recorrió la Feria de Abril de Barcelona. “Esto no se llena mucho. Por la noche, cuando vienen algunos conocidos. Vemos la gente pasar”, explicaba la camarera del otro local latino, distraída con una pareja que se meneaba sin tapujos, entregada al son cubano. La tarima, vacía, les daba para lucirse sin miedo a pisotones.

Son dos las casetas latinas, además de la haima marroquí, que se baten entre otras 55 de hermandades rocieras. El resultado lo refleja la prueba del turista: Jan Guyt, mecánico holandés de 53 años, que ayer cayó por el real de casualidad. “Me encantan las sevillanas. ¡Precioso!”, decía en un destartalado inglés. ¿Y el ambiente latino y el marroquí? “¿También bailan sevillanas?”, respondió a la gallega. Jan no las vio, porque son tres oasis perdidos en el remolino andaluz. “¿Diversidad? Un cuento de los políticos”, aseguraba Manolo Berrogón, de 57 años, enfrascado en un debate sobre si abrir la feria andaluza a otros colectivos emigrantes. “Todo es cuestión de poner buena cara. ¿Que quieren una caseta? Se la pones, que no cuesta nada. Pero esto es la fiesta andaluza. Si quieren venir, que vengan y la vean”, dijo al tiempo que golpeaba con los nudillos sobre la mesa. “El resto sólo es teatro, pa quedar bien”.

Una escenificación a la que se suman las autoridades. “Esta feria representa a Barcelona porque es la feria de la diversidad”, clamó el alcalde de la ciudad, Jordi Hereu, el pasado viernes en la carpa de la FECAC (Federación de Entidades Culturales Andaluzas en Cataluña), que organiza el festejo. Hereu lo dijo antes de que lo destacaran también Antoni Fogué, flamante presidente de la Diputación de Barcelona, y Mar Serna, consejera de Trabajo. “A esos déjalos que hablen”, concluyó Berrogón.

Sobre el terreno, la diversidad se limita a poco más que la variedad de colores que exhiben las peinetas. Aziz Hicham, responsable de la haima marroquí, lo tiene asumido. “Hemos de adaptarnos al ambiente catalano – andaluz. Esta feria se hace para que los andaluces se identifiquen con su pasado. Ésta es su fiesta”, justificó Aziz, contento por el número de visitantes que se acercan al bazar instalado en su carpa. Se acercan, revuelven entre la artesanía y las babuchas, y se van. Pocos se sientan a tomar el té; aún menos a pasar la tarde.

“Es bonito tener un sitio aquí”, comentaba Pompeo, boliviano de 35 años, que llevaba cinco minutos en su primera visita a la feria. “Venía a ver a nuestros compadres”, aseguró en referencia a las casetas latinas – “¿de verdad que hay dos no más?” – , agarrando a su hija para que sorteara los abanicos con que se aireaba un grupo de cordobesas entradas en años. Pompeo se asomó a la carpa, que le esperaba casi vacía. Pasó de largo. Diez minutos después ya desandaba la senda que conduce a la feria, de vuelta a la ciudad.

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