La que nos prepara África

«La crisis alimentaria que sacude el continente moviliza a miles de personas, adonde creen que pueden conseguir un plato de comida y refugio para sus vidas, sus hijos y sus huesos entumecidos»

Canarias 7, Juan Manuel Pardellas Las Palmas de Gran Canaria, 22-04-2008

Hay lectores/as que, además de indignarme porque en Baleares se instale un blindaje electrónico ante la llegada de 140 inmigrantes en los últimos 12 meses (ojo, felicidades a los políticos mediterráneos), piden también ideas e informaciones sobre qué más se puede hacer y qué ocurre al otro lado, en el continente vecino. Por lo pronto, le anuncio algo que intuyo vamos a vivir este año o principios del próximo y para lo que creo ya deberíamos prepararnos.

Numerosos expertos que han participado en el foro de CajaCanarias Enciende África han advertido la que se nos viene encima a los europeos y, en especial, a las fronteras mediterránea y atlántica con África. Ignoro si los gobiernos de estos puntos calientes de la inmigración ya están preparándose y haciendo acopio de materiales, infraestructuras y medicamentos, ni siquiera si las ONG ya están en contacto con sus enlaces en el continente para que les informen de cómo evolucionan los tráficos de refugiados. Aunque nadie haya movido un dedo, eso no lo impedirá.

Frente al discurso del «aquí no cabe ni uno más», en contra de los que chillan, aúllan, escupen y maldicen algunos (a veces se tiene la impresión de que son muchos más de los que democrática y desgraciadamente nos corresponden), la crisis alimentaria que en estos momentos sacude el continente está movilizando a cientos de miles de personas de un lado para otro, adonde creen que pueden conseguir un plato de comida y refugio seguro para sus vidas, sus hijos y sus huesos entumecidos. El Mediterráneo, desde Turquía, hasta las (ya) protegidas Baleares, pasando por Chipre, Malta, Sicilia, Francia, Levante y Andalucía y el Atlántico de Canarias y Cabo Verde los verá llegar en un número que hará anecdótico el 2006, bautizado como la crisis de los cayucos.

No es alarmismo, es realidad. Ya nos vale estar equipados para atenderlos como merecen y preparados mentalmente para que el veneno que supuren los padres de la patria nos resbale. Y, sobre todo, tratar de entender por qué vienen, antes de pensar que lo correcto es intentar impedir que lo hagan.

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