Reflexiones migratorias y transnacionales en precampaña

La Prensa Gráfica, José Andrés Jovel Munguía/Médico interno, 10-04-2008

Es deprimente darse cuenta de la situación que nuestros hermanos latinoamericanos están viviendo en estos momentos en Estados Unidos. Pero también es alentador comprobar que hay muchos que no se quedan callados ante los atropellos, como lo está haciendo el periodista Jorge Ramos, colaborador frecuente de este medio de comunicación, con sus constantes análisis y denuncias a favor de sus compatriotas mexicanos.

Es admirable y emana valentía su conducta cuando siendo él un ciudadano estadounidense mantiene un orden especial en sus relaciones familiares, incluso con su hija.

En la vida en general, y especialmente en la política, la ambigüedad, aspereza e hipocresía muchas veces invaden conjuntamente situaciones relativamente claras y sencillas. Sería absurdo afirmar que Estados Unidos y su gente puedan prescindir de la mano de obra latinoamericana, de sus cerebros fugados y de su influencia positiva en la cultura. Claro que todo movimiento migratorio trae sus consecuencias, pero es ingenuo pensar que con perseguir latinoamericanos inmigrantes y levantar un muro kilométrico se solucionará (ni siquiera paliará) el problema de las pandillas en suelo yanqui.

Sin ninguna duda, para resolver esta problemática se requieren soluciones mucho más elaboradas que esas, con las cuales no se generen efectos secundarios intolerables. Para nuestra desgracia, la fragilidad del sistema judicial local aún deja libres en territorio salvadoreño a quienes han sido deportados por cometer delitos mayores en Estados Unidos (esperamos se llegue a un acuerdo de extradición pronto).

Con todo, vemos aún la dolarización, el Batallón Cuscatlán en Iraq y el tan debatido Tratado de Libre Comercio (que luego de dos años no ha demostrado un beneficio significativo). Vemos cómo nuestra tierra fértil con gente que quiere superarse labora en las maquilas tecnológicas transnacionales: los ya famosos call centers. Notamos cómo nuestros compatriotas ingenuamente siguen perdiendo los valiosos y ahorrados $131 en su entrevista para obtener la visa americana, una, dos y hasta tres veces.

Es probable que con tanta ayuda económica y programas de apoyo social provenientes de la nación estadounidense nuestros gobernantes se sientan comprometidos a apoyar a los proveedores incondicionalmente. Es necesario que lleguemos a ser una nación con personalidad, juicio acertado e imparcialidad. Necesitamos tomar decisiones prudentes e innovadoras como hace Costa Rica, invirtiendo su capital en salud y educación en lugar de ejércitos y armamento; como Canadá con su política y actitud ante las armas de fuego; y Brasil en su empuje por búsquedas de fuentes de energía alternativas. Para ser de verdad un país en vías de desarrollo antes debemos dejar atrás las mentes de tercer mundo.

En nuestro prematuro estado de proselitismo político, sea quien sea el próximo gobernante que tengamos, este debe garantizar decisiones maduras y comprometidas con la sociedad salvadoreña.

El próximo presidente de mi país debe ser un estadista, un profesional consciente con mucha inteligencia emocional; honesto, recto y de principios; un hombre de familia, de trayectoria intachable con responsabilidad social, con conocimientos de economía y relaciones internacionales; una persona comprometida con la totalidad de salvadoreños, desde Meanguerita hasta el río Paz, pasando por Virginia, Long Island, Los Ángeles, Australia, Suecia y San Juan Opico, desde el día uno de su gestión.

Alguien que se merezca al menos un premio Nobel de la Paz, siendo poca cosa. Reflexionando sobre lo comentado me pregunto si mis plegarias serán escuchadas, y más concretamente, si los actuales candidatos de todas las banderas llenarán esos zapatos con genuinidad y naturalidad, sin ostentar cualidades que no poseían antes de correr para presidente.

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