AQUI / NO HAY PLAYA

Las fotos que nunca llegaron

El Mundo, David Torres, 08-04-2008

Hay otras ciudades pero están en ésta. Hay gentes que viven a salto de mata, debajo de la piel de las calles que recorremos todos los días. Por ejemplo, Ousseuynou, un guineano de nombre casi impronunciable que va llamando a las puertas de las casas de Alpedrete por si algún vecino necesitara una chapuza de urgencia: un pintor de brocha gorda, un jardinero a deshoras, lo que sea. Ousseuynou ha viajado a lo largo y lo ancho de España. Un día se retrató en la playa, haciendo windsurf; otro día se hizo una foto en Bilbao, frente a los muros medio derretidos del Guggenheim. Al dorso de esas fotos siempre escribe lo mismo: «Mamá, me acuerdo mucho de ti», pero Ousseynou no tiene dinero para enviar las fotos. Entre hermanos y hermanastros, a Ousseynou lo esperan en Guinea – Conakry 50 parientes hambrientos. Parece una novela. Parece una película italiana rellena de extras. Hay vidas, hay hombres que parecen personajes de novela, tal vez por la misma razón que hay personajes de novela que parece que están vivos.


Pero Ousseuynou no está en medio de una novela, sino en Madrid, una ciudad que a veces también se torna áspera y sorda, que a veces respira con las branquias del pasado para formar un presidio con sus muros. Ousseuynou es negro, pero más que una novela negra, habita en una de esas novelas realistas de los años 50, esas tristes cochiqueras donde el hambre, el frío y el impudor van mordisqueando las páginas. Para el caso, Ousseuynou podría estar en mitad de La colmena, uno más de los cientos de figurantes que sueñan y malviven cada día sin esperanza. Yo he leído su historia en un reportaje terrible de Pedro Simón, ayer, en este mismo periódico, pero parece que lo hubiera leído en un fragmento de Cela, uno de esos laboriosos párrafos donde, en vez de un pobre gitanillo, saliera un negro perdido en mitad de la Gran Vía, un negro que va de puerta en puerta, mendigando un oficio, y al que, allá en su tierra, lo esperan 50 hermanos famélicos.


La madre de Ousseuynou nunca va a ver las fotos del hijo emigrante, del hijo que se fue para dar el salto a Europa. La acaban de enterrar en Conakry y la familia no sabe cómo pagar la factura del hospital. Quinientos euros. Quinientos euros nada menos, hermano. Quizá sea mucho dinero, allá en Conakry, pero en Madrid eso no da para un argumento de novela. ¿Es que no hay ningún organismo público, ninguna oficina de la Comunidad, ninguna ONG, oficial o extraoficial, que se ocupe de estas miserias? ¿Cuántas novelas como la de Ousseuynou aguardan en las calles de Madrid a que se resuelva la trama de su vida, a que la administración pase página? ¿Cuántas fotos firmadas aguardan en el exilio de un cajón por el precio de un sello y un poco de saliva?

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