Obama y el sueño de King

ABC, 04-04-2008

AP

Miles de norteamericanos desfilaron ante el cadáver de Martin Luther King para rendirle homenaje, tras su asesinato en 1968

POR JOSÉ LUIS DE HARO

SERVICIO ESPECIAL

NUEVA YORK. El pasado 18 de marzo, el aspirante demócrata a la Casa Blanca, Barack Obama, deleitó a los estadounidenses con uno de sus más dignos discursos. En tan sólo 37 minutos, el senador de Illinois relacionó los asuntos clave de la historia estadounidense: igualdad, raza y religión. Todo un golpe de gracia para salir a flote de las controvertidas declaraciones de su consejero espiritual, el reverendo Jeremiah Wright.

«El racismo es un problema moral, un cáncer de espíritu, una enfermedad social», reconoció Obama, el primer aspirante de color a la Presidencia estadounidense. Sin embargo, muchos no pueden evitar ver en dichas palabras el reflejo del verdadero líder estadounidense de los derechos civiles, Martin Luther King, asesinado en el balcón de su hotel en Memphis, Tennessee, hace hoy 40 años.

Una vez más la violenta muerte de King sirvió de revulsivo para la sociedad norteamericana, que vivió una sorprendente rebelión de masas en numerosas ciudades del país. Pese a los más de 4.000 soldados que blindaron la Casa Blanca, las riadas de gente consiguieron mermar el poderío del presidente y llegar a poner en peligro la seguridad de todo un país. Muchos auguraron una guerra civil que finalmente quedó sumergida por el diálogo y la cooperación.

Durante los años que separan a muerte de King de la actual carrera presidencial, buena parte de los políticos se han liado la manta a la cabeza y no han dudado ni un segundo en mostrar su simpatía hacia la figura del pastor que cambió la historia racial a este lado del Atlántico. Como si de un mero artilugio de marketing se tratase, las tácticas no violentas empleadas por King se han convertido en una herramienta para apostar por el cambio social mediante la cooperación y no la confrontación con el Estado.

Sin embargo, a todos estos partícipes del circo político estadounidense parece habérseles olvidado que en el momento de su muerte, King no era considerado un conciliador. Más bien, según palabras de J. Edgar Hoover, director por aquel entonces de la Agencia Federal de Investigaciones – FBI por sus siglas en inglés – , tachó al líder de los derechos civiles como «el negro más peligroso de América».

La imagen contra el racismo

King consiguió erigirse en la imagen contra el racismo después de hacer renacer el Movimiento por los Derechos Civiles a mediado de los años 50. Por aquel entonces, la discriminación racial y la segregación continuaban siendo legales en buena parte de los estados del sur del país.

La decisión en 1955 de la activista por los derechos de la población de color, Rosa Park, de no ceder su asiento en un autobús público en Montgomery, Alabama, tuvo como resultado un año de boicotes al transporte por parte de los residentes de color de la zona. El principal maquinador de esta campaña fue King, que por aquel entonces contaba con sólo 26 años.

En agosto de 1963 el movimiento se extendió entre los universitarios que llevaron a cabo sabotajes similares en restaurantes y otros establecimientos. Durante ese mes, King encabezó una manifestación en la que un cuarto de millón de personas marchó las calles de Washington en busca de trabajo y libertad.

Por aquel entonces los demócratas aprobaron la legislación de derechos civiles de 1964 y 1965 como una estrategia para incrementar su voto en los estados del sur. Sin embargo, buena parte de los demócratas controlaban administraciones en dichos estados, lo que despertó un conflicto dentro del partido. Rápidamente, el Movimiento para los Derechos Civiles comenzó a chocar con grandes empresarios, el Gobierno y otros grandes estamentos de la sociedad estadounidense. Fue a partir de este momento, alrededor de 1965, cuando King comenzó a radicalizar sus posiciones.

Sus discursos en 1967 contra la Guerra de Vietnam, que ligó con los problemas nacionales sobre las injusticias raciales, hizo que las clases dominantes se le echaran encima. La revista «Time» pasó de nombrarle «Hombre del Año» a declararle antibelicista cuyo discurso podría «formar parte de Radio Hanoi».

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