Una propuesta vecinal en el nuevo parque de Jean Nouvel en el Poblenou se estrenará con polémica

El Periodico, ROSA MARI SANZ, 04-04-2008

Empezó como un sueño. Ahora es una pesadilla llamada, aún, El Pou del Món. Está enclavado en el no menos polémico parque de Jean Nouvel del Poblenou, que se estrena mañana. Dentro de un cráter concebido como una iniciativa vecinal que permitiera la conexión con otro lugar del mundo a través de una webcam instalada en el fondo de un pozo que captara a las personas que se asomaran, siendo vistas en una ciudad con similar ingenio. Pues no va a ser así, al menos, de momento. La ciudad con la que se ha hermanado Barcelona para este proyecto, la ecuatoriana Guayaquil, no está por esa labor y el concepto ha variado. Ya no habrá intercambio de saludos. Lo que ha sentado como un tiro a la Associació de Veïns del Poblenou y, en especial, al impulsor de la propuesta, el portavoz vecinal Joan Maria Soler, quien se plantea exigir que se cambie el nombre de la idea, puesto que la bautizó él.
Por partes. Todo comenzó en el 2004, cuando un grupo de entidades del Poblenou presentaron al Ayuntamiento de Barcelona el proyecto Pou del Món, que consistía en la construcción de un pozo que, rezaba la iniciativa de manera simbólica, “fuera tan profundo que atravesara toda la Tierra hasta salir en otro lugar donde estaría la otra boca”. La idea que albergaba era que personas de dos extremos del mundo, asomándose cada uno a su hoyo, se pudieran ver, enviar mensajes o, simplemente, escucharan el sonido de otra ciudad, ya que en el fondo se colocaría una cámara y unos altavoces. Lo que gustó al arquitecto Jean Nouvel e incorporó a su parque. Y hasta ahí, todo iba bien.

Subvención municipal
Más tarde, vino el planteamiento vecinal de buscar la réplica a esa perforación. Propusieron las antípodas. Pero como los barceloneses poco tienen en común con los neozelandeses o los australianos, el consistorio les sugirió una ciudad más allegada: la ecuatoriana Guayaquil, básicamente, por el hecho de que esta comunidad es el colectivo de inmigrantes mayoritario en Sant Martí, aparte, claro está, de una cuestión idiomática. Gustó y se aceptó.
El siguiente paso fue ponerse en contacto con el municipio ecuatoriano, que recibió la propuesta con agrado. Seguramente por dos motivos: porque la capital catalana, a través de su programa Barcelona Solidaria, les aportaba 15.000 euros para la parte técnica de la instalación, y porque intuyeron, como se vería más tarde, que podría ser un buen mecanismo para vender su costera localidad.
Para refrendar el acuerdo, a mediados del pasado febrero representantes municipales fueron a Guayaquil, donde las autoridades de la localidad loaron la idea, a la que ya habían buscado enclave: el malecón de Simón Bolívar, un área de ocio muy frecuentada. Pero ni hablar de perforar. En su caso, dijeron, colocarían una gran pantalla en el exterior y aprovecharían las horas de emisión para proyectar a Barcelona imágenes de la ciudad, “y que se vea el cambio tan importante que ha llevado a cabo Guayaquil”, como afirmó el director de Turismo, Joseph Garzoci.
Y ese fue el primer disgusto de la Associació de Veïns del Poblenou. "Se ha perdido el sentido simbólico. Si no quieren un pozo hubiéramos aceptado algo similar que cumpliera la misma función, un cráter, una mina… ", explicó entonces Soler. La simple pantalla y la webcam no les convenció.

En lo alto de una chimenea
Pero menos, el descubrir ahora que el Pou del Món barcelonés no tendrá una cámara en su interior, sino que esta se situará a lo alto de una de una vieja chimenea industrial que se conserva en el parque y se limitará a proyectar las imágenes de la zona a la pantalla de Guayaquil (cuando la tengan, quizá en junio). Y que en el fondo del pozo solo habrá una pantalla, sin altavoces, con lo cual el que se asome no podrá hablar con nadie ni oír nada. “Se ha perdido la comunicación. Nos sentimos defraudados”, aseguró ayer Soler, que cuenta con el apoyo de más de 40 entidades, así como de la Federació d’Associacions de Veïns de Barcelona (FAVB).
El cambio responde, según el concejal de Sant Martí, Francesc Narváez, a que la ciudad ecuatoriana ha prescindido de la idea de intercambiar saludos. Pero pide paciencia y no descarta que se acabe llevando a cabo tal y como concibieron los vecinos. “Hemos de trabajarlo conjuntamente entre el ayuntamiento y las entidades con Guayaquil”, aseguró ayer.
Lo que no acaba de convencer a Soler, que insiste: “Los vecinos pasamos ahora a ser meros espectadores. En el pozo no habrá vida y se secará”. Como seca está la escasa vegetación de este nuevo parque, concebido, curiosamente, como una gran selva urbana.

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