La señora y el vendedor ambulante

Diario de Navarra,   PDF, 04-04-2008

Sucede una mañana de invierno en un bar de la Rochapea. Estoy esperando a un amigo mientras hojeo la prensa del día. Al establecimiento entra un chico negro, de unos treinta años, a buen seguro inmigrante. Lleva consigo una serie de cosas que va ofreciendo, sin insistir, a los clientes que quieran comprar. Son gafas de sol, relojes, aparatos de radio, carteras de piel, etc.
También lleva una especie de taburete de madera oscura tallada. Lo deja apoyado en el suelo con las demás cosas junto a una columna próxima a la barra del bar. Mientras pide su consumición, una señora mayor pasa con una taza de café en la manojunto al artesanal taburete de modo que lo golpea casi sin apercibirse, haciendo que éste caiga al suelo y se haga pedazos. La mujer se detiene con gesto sonriente: “has ido…tocarlo”. Y continua hacia una de las mesas del bar ocupándola junto a quien debe de ser su marido. Comentan en voz baja algo entre ellos.

Mis ojos curiosos no dejan de intercambiar la mirada con el joven vendedor, la señora y los restos del taburete. No media diálogo alguno entre la mujer y el joven inmigrante. Para ella, parece no haber ocurrido nada.Por su parte, él habla indignado con el camarero quejándose: “¿Sabes cuánto valía? Ciento cincuenta euros”. Apura su consumición y la paga. Tras recoger del suelo los restos de la talla e introducir los en una bolsa de plástico, se marcha del bar. Yo continúo con el periódico abierto ante mí aunque sin demasiado interés. Pensativo, me pregunto qué hubiera sucedido de haber sido las cosas a la inversa, o sea, habiendo resultado perjudicada la señora. Quizá hubiesen discutido. Al menos hubieran intercambiado alguna palabra. Me asalta la convicción interna de que las cosas no hubieran quedado así. Queriendo alejarme de cualquier planteamiento victimista, concluyo que ese chico llevaba todas las de perder, fuese cual fuese su papel. Y quisiera pensar que no va a ser, por cierto, cuestión de papeles. NICOLÁS IRIBAS

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