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Los que nunca cambian

La Voz de Galicia, 28-03-2008

A Marta Ferrusola, esposa de Jordi Pujol, no le gustan quienes no tienen su nombre en catalán. Por segunda vez en pocos años ha manifestado sin tapujos su ideología. La primera sucedió en los últimos años de Gobierno de su marido, cuando fue invitada a dar una conferencia sobre Cataluña se supone que por ser algo parecido a primera dama catalana y no por regentar una floristería, la que vendió aquel césped al Camp Nou que resultó ser una filfa y todos miraron para otro lado. En aquella ocasión dijo que Cataluña no debía aceptar inmigrantes; que bastante sufrió cuando sus hijos eran niños que no podían salir a jugar al parque porque allí andaban los niños charnegos. Esta vez ha sido en una entrevista donde ha manifestado que no le gusta Montilla porque su nombre no es catalán y su forma de hablar esta lengua es imperfecta. De nada ha servido que el mismo Pujol y la tropa de CiU hayan salido corriendo a apagar el fuego diciendo que no suscriben sus palabras. La noticia ha corrido como la pólvora y esta señora no se ha molestado en pedir disculpas. El daño ya está hecho y lo peor es que algunos pocos, a los que el mismo CiU les ha otorgado bastón – o pluma – de mando, piensan como ella. Se autodenominan demócratas liberales y beben del idealismo alemán, el que no admite más que sociedades homogéneas.

En Cataluña la llegada al poder de un cordobés y la formación del Gobierno tripartito significa algo más que un desgaste del equipo anterior. Significa que los tiempos han cambiado, cosa que CiU se resiste a comprender. Si Pujol condujo la transición, a Montilla le ha correspondido esa segunda transición que es tanto de orden político como social, no en vano en estas últimas elecciones legislativas los conservadores se posicionaron contra los nuevos inmigrantes mientras los socialistas priorizan las políticas de integración. Montilla está en el poder, no por la fuerza de la conspiración como quieren hacernos ver algunos, si no porque responde a la necesidad de nuevos intereses e incluso de nuevas generaciones, que han intuido que eso que llamamos actualidad invita a comenzar un camino completamente nuevo. De algún modo Cataluña, probablemente como tantas otras partes de España, está de parto.

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