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Inmigración

La Voz de Galicia, 07-03-2008

Discurso número uno. “He abogado por una reforma integral de la ley de inmigración. Necesitamos fronteras más exigentes y seguras, pero hagámoslo adecuadamente, castigando a los empleadores que exploten a los trabajadores indocumentados, que lo que hace es bajar los salarios de todos los demás. Y me gustaría ver más ayuda para compensar los gastos de atención a la salud, la educación y el mantenimiento del orden”.

Discurso número dos. “Es necesario que suavicemos el tono del debate de la inmigración porque hubo un ruido de fondo que se ha dirigido contra la comunidad hispana. Necesitamos una reforma integral y eso significa mayor seguridad en las fronteras y que debemos lanzar una ofensiva contra los que se aprovechan de los indocumentados, que no pueden quejarse si no les pagan el salario mínimo”.

Los dos párrafos anteriores están sacados de uno de los debates entre Barack Obama y Hillary Clinton. La inmigración ilegal es también tema de campaña en Estados Unidos, porque es un problema para la Administración, para los ciudadanos y para los propios inmigrantes. Hablaron, por su puesto, de exigir a los que entraron sin papeles que se pongan a la cola, que paguen los impuestos que tienen pendientes y que aprendan inglés. No dudan en apelar a la expulsión de los delincuentes.

Pero, aunque en el fondo se digan cosas muy parecidas, suena tan distinto ese discurso al que hemos escuchado aquí. En España el mensaje es que no caben todos, que hay más acuerdos que nunca para la repatriación, que las cárceles rebosan de extranjeros, que los camareros ecuatorianos no dan la talla. El de Estados Unidos suena a mensaje integrador y realista: la inmigración es imparable y necesaria en un mundo tan desigual. Claro que hay que poner orden, pero el de aquí suena temeroso y demagógico. Sobra ruido de fondo.

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