8 de marzo

Las mujeres quieren otro mundo

El Mundo, CARMEN SERNA, 07-03-2008

Se han convertido en la voz de la conciencia de sus países con el silencio como arma. Las Mujeres de Negro de Israel, Ni Putas ni Sumisas, las Damas de Blanco de Cuba o Malinowka son algunos ejemplos de movimientos feministas y pacifistas que reivindicaron ayer en Madrid otro camino para la mujer Las mujeres tienen una voluntad particular de luchar contra la violencia, porque no puede haber igualdad en una sociedad gobernada por generales». La frase es de una de las representantes de las Mujeres de Negro, el movimiento que une el sufrimiento de palestinas e israelíes por la ocupación, pero se le puede aplicar a cualquiera de los grupos de pacifistas que ayer quisieron hablar de su experiencia en la celebración del Día de la Mujer. Una experiencia de lucha, aunque con formas pacíficas, y en busca de la igualdad, aunque empezando por el derecho a la vida.


Venidas de Cuba, Israel, Rusia y Francia, estos grupos feministas reivindican ‘Otra forma de construir el mundo’ con dos condiciones, ser mujer y ser pacífica. Y un lirio, el silencio, un color o un lema provocativo como única arma.


Este el caso del movimiento de Ni Putas ni Sumisas, nacido hace tres años en Francia. Su presidenta, Sihem Habchi, nació en Argelia, pero creció y se formó en Francia. «Yo soy occidental, me siento occidental… no puedo ser otra cosa», asegura en un francés vivaraz, sin leer el discurso y con un mensaje muy claro: «Muchas de las mujeres que viven en los barrios obreros se refugian en el velo porque nadie te molesta, puedes andar erguida. Pero llevar velo no es una acción de libertad sino de opresión», denuncia Habchi.


El movimiento surgió de la contradicción que viven muchas mujeres de origen inmigrante entre querer vestir, comportarse y vivir como francesas o continuar con la opresión de muchas costumbres musulmanas. «O son putas o son sumisas. Nosotras no somos ni putas ni sumisas», asegura.


Esta organización, a pesar de que ha abierto canales de comunicación con partidos políticos (una de sus componentes está en el Gobierno de Sarkozy), ha sufrido «los ataques de integristas, de oscurantistas y hasta de algunas feministas que no han entendido el mensaje».


Sihem Habchi reconoce que en un momento de su vida quiso ser hombre, «para escapar de la autoridad familiar». Pero después aprendió que ser mujer, y madre (el grupo en el que están centrando ahora sus trabajos) permite cambiar el mundo. Aprender a usar su cuerpo con libertad, a vestirse con libertad, a trabajar con libertad…


«Cuando llegué a Francia descubrí que esa libertad y esos derechos que promulga la democracia francesa eran también mi libertad y mis derechos», insiste.


Su grito no es sólo contra la autoridad de una familia que en determinadas culturas es la ley, o contra una situación económica que las ahoga, o contra unos políticos que no asumen su discurso… su grito es también contra las feministas que defienden el velo: «Que no nos miren con las gafas del folclore. Es una opresión».


En la conversación, Habchi aclara que el fenómeno, puede surgir pronto en España, en Madrid, y la experiencia francesa puede ayudar para poder organizar a estas mujeres.


En su caso el color negro y el silencio fueron claves para lanzar su mensaje a la opinión pública. La primera vez que ocho mujeres enlutadas salieron a la calle para protestar (Jerusalén, 1988) tenían claras dos cosas, sus lemas, «La guerra no es mi lenguaje», y que era imposible sacar adelante el proyecto sin la participación de las palestinas. «No es nada fácil mantener el contacto físico con ellas, pero me siento rara aquí sentada sin mi compañera palestina», aclara Amira Gelblum.


Se reconocen como una minoría dentro de un estado militarizado: «Israel se ha convertido en un apartheid que vive detrás de muros y con armas».


Y aseguran que la única solución es ser conscientes del coste que supone la ocupación: político, social, económico, afectivo… y del papel que las mujeres pueden jugar en esta situación extrema: «Es difícil ser el otro pero las mujeres están acostumbradas a ser la otra», añade Gelblum.


Precisamente, las Damas de Blanco eran la contraparte de la oposición cubana. La mayoría, simples amas de casa que apoyaban a sus maridos en su pensamiento político pero pocas acostumbradas a verbalizar su situación. Sin embargo, la detención de sus esposos, hijos, padres y hermanos las hizo comenzar una protesta que las ha convertido en la oposición más visible a Fidel.


«Nadie podía atacar a una mujer que lleva, únicamente, un lirio en la mano. Esa es la única arma», explica Blanca Reyes, representante de este movimiento en Europa.


Su forma pacífica de resistir, unida al blanco de su vestidos, han provocado que muchos se identifiquen con su silencio y con su fuerza: «Mientras exista un sólo preso de conciencia en Cuba, habrá una dama de blanco pidiendo su libertad», asegura uno de sus lemas.


En otra parte del mundo, en Rusia, el Proyecto Malinowka trata de concienciar a las mujeres de este país para luchar contra la violencia machista, el tráfico de cuerpos… El combate empieza con la formación y la educación bajo un lema: «Decid no a la violencia», según explica una de sus portavoces, Irina Gruschewaja.


CUATRO FORMAS DE CONSTRUIR


1. Damas de Blanco de Cuba. En abril de 2003, en sólo tres días, 75 cubanos fueron detenidos por pensar diferente. Sus mujeres, madres y hermanas (la mayoría no se conocía de nada) se dirigieron en grupo y en silencio hacia la iglesia de Santa Rita. Buscaban que se les escuchara sin palabras y con un lirio en la mano por pistola. Sufrieron persecuciones, presiones… «pero nadie iba a pegar a una mujer». Hoy siguen peleando por la liberación de los presos y se han convertido en un poso importante de oposición al régimen cubano.


2. Mujeres de Negro de Israel. En 1988, unas cuantas mujeres vestidas de negro salieron a protestar por las calles de Jerusalén, contra la ocupación de los territorios palestinos. Un año después, eran ya 6.000 entre palestinas, israelíes, estadounidenses y europeas. Exigen una solución pacífica al conflicto creando alianzas entre las mujeres de ambos lados, un ejemplo que se ha imitado en otros lugares en guerra como los Balcanes.


3. Ni Putas ni Sumisas. El asesinato de una joven de 17 años, llamada Sohane Benziane, en 2002, removió algo en los corazones de las mujeres de origen inmigrante que vivían en los barrios obreros de Francia. Se debatían entre mantener sus tradiciones o lo que muchos han llamado vender su cuerpo al mercantilismo de la sociedad. Ellas son «ni putas ni sumisas». Quieren ser occidentales, con su libertad, con sus derechos, con su origen, con decisión sobre su cuerpo…


4. Proyecto Malinowka. Los responsables de este proyecto son la asociación de ‘Niños de Chernobyl’. Su trabajo contribuye a informar a las mujeres sobre el tráfico humano y la prostitución bajo el lema «Decid no a la violencia». Dan charlas, hacen debates, concursos, carteles… en colegios, universidades, peluquerías, salones de belleza, centros de estética… Hasta ahora, más de 1.000 chicas se han beneficiado de esta red de atención y formación.

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