Monte Porreiro, un barrio ejemplo de integración durante años que ahora corre el riesgo de enfrentamientos raciales

La Voz de Galicia, 04-03-2008

En el barrio pontevedrés de Monte Porreiro viven cerca de 7.000 personas. De ellas aproximadamente 600 son de etnia gitana. Y de las aproximadamente 1.200 viviendas que componen la urbanización, 600 son de promoción pública. Desde que el barrio nació hace 25 años, levantado a tres kilómetros de Pontevedra, los gitanos y los payos han convivido sin apenas incidentes relevantes. Ambos colectivos participan juntos de las actividades culturales y formativas y comparten espacios de ocio y recreo.

Ese clima permitió a Monte Porreiro convertirse en un modelo de integración. Una convivencia que se ha visto seriamente fracturada con la llegada de las tres familias gitanas procedentes del poblado chabolista de O Vao (Poio).

Desde que los vecinos comenzaron las movilizaciones en contra de los realojos, la población gitana ha desdibujado su presencia en el barrio. Pese a que los promotores de las protestas insisten en que el rechazo a las familias chabolistas no responde a cuestiones raciales, sino a su supuesta relación con el trapicheo de drogas, a los gitanos residentes del barrio no les agrada la constante presión a personas de su misma etnia.

Con el paso de los días, el ambiente se fue tensando en el barrio pontevedrés cada vez. Las declaraciones de una y otra parte llegaron a colocar a la urbanización al borde del enfrentamiento xenófobo.

Patrullas ciudadanas

Los vecinos payos ejercían un constante control y vigilancia de las viviendas donde estaban realojados los chabolistas. Además, se manifestaban cada día la puerta de los inmuebles. Algunos llegaron a proponer patrullas ciudadanas para impedir que los afectados accedieran a sus casas.

El anuncio tuvo su réplica en el lado gitano, que creó su propia vigilancia para proteger a los realojados. Una cuadrilla controlaba discretamente los edificios por si a algún vecino le daba por ir más allá de las manifestaciones pacíficas. Los payos los apodaban La patrulla Ja.

El barrio vivió durante una semana esta guerra fría hasta que Vicepresidencia decidió acceder a la reubicación de los afectados. Fue después de que uno de los directivos de la asociación vecinal promotora de las protestas afirmara que los gitanos dejarían Monte Porreiro «por las buenas o por las malas».

Aquellas palabras amenazaban con prender la mecha del conflicto. Sinaí Giménez, de la asociación Pueblo Gitano, anunció al poco tiempo que apoyaba la decisión de la Xunta para evitar enfrentamientos raciales.

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