Dos maneras de contar la inmigración

El País, PABLO ORDAZ, 28-02-2008

Hace ya algún tiempo, el doctor Aboin, un médico de Madrid, escribió una carta a este periódico que decía así: “Al pasar visita a una paciente, la encontré triste. Traté de animarla sin conseguirlo y, al despedirme de ella, su cuidadora, una joven ecuatoriana, me dijo: ’No se preocupe, doctor, que yo ahorita le hablaré bonito”.

Coincidió aquella carta con una compareciencia de Mariano Rajoy en el Senado. El ahora candidato del Partido Popular, que entonces era vicepresidente del Gobierno de Aznar y ministro del Interior, ofreció un dato muy preciso: “El 89,99% de las personas que ingresan en prisión son extranjeros”.

Son dos maneras de contar la inmigración. Y las dos estan basadas en datos. El primer párrafo retrata una realidad silenciosa, porque de ella apenas hablan los políticos, pero que está ahí, muy fácil de ver, sólo es necesario bajar al parque, o entrar en el hospital, o poner la oreja a lo que se van contando por la acera, muy lentamente, una joven nacida en Manizales y una anciana de Valladolid perdida entre las nieblas del Alzheimer.

El segundo párrafo también recoge una manera de entender la inmigración. Es un párrafo además muy esclarecedor, porque viene a demostrar que el gobernante Rajoy y el candidato Rajoy – separados por seis años de distancia – siguen teniendo la misma mirada sobre el problema. Ayer, en Canarias, el mismo día que alcanzaban las costas españolas 159 inmigrantes, el líder del PP emitió un mensaje muy nítido: “No cabemos”.

La realidad más brutal irrumpió en las últimas horas en la campaña electoral. Cuatro mujeres muertas por la violencia machista. En Valencia. En Cádiz. En Madrid. En Valladolid. Y, unas horas después, 159 inmigrantes exhaustos llegando a las playas españolas. En Tenerife. En Almería. En Murcia… Estaban los programas de radio, los mentideros políticos, haciendo chistes más o menos ingeniosos sobre la niña de Rajoy cuando los teletipos fueron escupiendo dramas. Los candidatos seguían sonrientes en los carteles, pero en sus respectivos entornos no tardaron en darse cuenta de que, en el debate celebrado apenas unas horas antes, ni el presidente Zapatero ni el candidato Rajoy habían abordado el asunto, y el líder popular ni siquiera en alguno de sus mítines.

Rajoy sí habló en el debate del problema de la inmigración. Y fue uno de los puntos en los que Zapatero estuvo huidizo, como ausente. El líder socialista sabe que por ahí se le pueden ir muchos votos, que hay sectores de su electorado potencial – la clase trabajadora que vive en los barrios donde se instalan los inmigrantes – que se siente preocupada ante una situación desconocida. Pero Zapatero sabe – y también lo sabe Rajoy – que la xenofobia es una bomba de tiempo. Varios informes internos elaborados por la Guardia Civil durante el periodo en que el ahora candidato del PP fue ministro del Interior hablaban de la xenofobia como “un peligro permanente”. Por aquel entonces – y estamos hablando de hace seis años – un 51% de los españoles ya relacionaba inmigración y delito, tenía interiorizado que la llegada de los extranjeros tenía que ver directamente con el incremento de la criminalidad. Aquellos informes llegaron de primera mano, al despacho de Rajoy. ¿Ha olvidado Rajoy que aquellos informes – que en su momento publicó este periódico – alertaban de que la xenofobia es una bomba de relojería, un artefacto muy peligroso que ya ha estallado en los países de nuestro entorno? Seguramente no. El líder del PP tiene muy buena memoria. Lo certifican sus amigos y el hecho de que aprobó las oposiciones a registrador de la propiedad. Y, entonces, ¿por qué ayer en Canarias, con los inmigrantes todavía en las playas, Rajoy volvió a hablar de invasión, de que todos no cabemos?

Siguió contando el doctor Aboin en aquella carta: “Nuestra joven cuidadora ecuatoriana sin duda habló bonito, pues la paciente se encontraba más animada al día siguiente”. Habrá qué ver – ya que el asunto ha entrado en la contienda electoral – qué pesa más el 9 de marzo. Si los datos del miedo o la realidad silenciosa del doctor Aboin.

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