LOS NUEVOS CATALANES CIUDADES DE LA INMIGRACIÓN / 3. La regeneración urbana es la salida para evitar que este barrio de Santa Coloma, con una masiva presencia de chinos, se convierta en un gueto

El Fondo se aleja del Chinatown

La Vanguardia, JOSEP PLAYÀ MASET - Barcelona , 18-02-2008

Para la mayoría de los catalanes, el barrio del Fondo de Santa Coloma de Gramenet es un auténtico desconocido, a lo sumo lo recuerdan como el nombre de la última estación de la línea roja del metro. A diferencia del barrio del Raval de Barcelona, en el Fondo no hay turistas ni se ven estudiantes en sus calles, y sin embargo es probablemente el otro gran banco de pruebas de la inmigración en Catalunya, que dentro de unos años servirá para medir el grado de integración de esos nuevos catalanes.

El Fondo – distrito VI en el argot municipal- es un barrio limítrofe con Badalona, que creció en los años sesenta. Entonces se pobló de inmigrantes andaluces y extremeños y en sus calles desniveladas surgieron casitas de la noche a la mañana. Pronto la plaza del Rellotge, conocida como la Plaza Roja, y la parroquia de Sant Joan Baptista, creada en 1967 por gente como el sacerdote Jaume P. Sayrach, se convirtieron en referentes de un pujante movimiento obrero y ciudadano. Consolidada la democracia, a principios de los noventa, llegó una primera oleada de inmigrantes marroquíes que ocupó los pisos más depauperados, y poco después dejaron paso a los chinos. Más recientemente han llegado nuevas oleadas de asiáticos, pero también de ecuatorianos y bolivianos. Prácticamente el 40% de los 17.382 habitantes del Fondo son de origen extranjero. Y se concentran en un espacio de 0,27 kilómetros cuadrados. Desde hace años, es uno de los barrios del área metropolitana con una renta per cápita más baja. “Los pobres cambian de nacionalidad pero siguen siendo pobres”, explica de forma gráfica un técnico municipal. El proceso migratorio del Fondo se asemeja al de otros barrios como Llefià, la Salut o La Pau, en Badalona; la Mina, en Sant Adrià; Sant Cosme, en El Prat de Llobregat, o Sant Ildefons, en Cornellà.

Los chinos son mayoritarios en el Fondo, con cerca de dos mil habitantes, sobre un total de 4.401 que viven en Santa Coloma. No hay en toda Catalunya otro barrio donde casi el 12% de su población sea de origen chino. Pero desde hace dos años se ha frenado su llegada y quienes lo hacen es por reagrupación familiar; son los hijos y los padres de esos pioneros. Por esta razón, su peso real en el barrio ha disminuido e incluso algunos se han desplazado a otras ciudades del entorno.

Lam Chuen Ping, presidente de la Unión de Asociaciones Chinas de Catalunya, explica que los chinos se concentran casi exclusivamente en Barcelona, Santa Coloma y Badalona. En 1990 había apenas 387 chinos en Catalunya y ahora ya son 27.620 (una cuarta parte de los que hay en España). El objetivo de Lam al frente de esta asociación china es romper con los tópicos que hablan de su escasa voluntad de integración, de su desconocimiento del catalán o de trabajos en talleres clandestinos. El éxito de las clases de catalán para chinos en el Centre de Normalització Lingüística L´Heura de Santa Coloma, el casal de verano Xia Tian de la Associació Sociocultural La Formiga o la incorporación de parte de los comercios chinos en la asociación Fondo Comerç van en esta línea integradora. La multitudinaria fiesta de Fin de Año celebrada el pasado miércoles en el pabellón olímpico de Badalona marcará en este sentido un hito en la historia de la inmigración china en Catalunya.

Aunque de vez en cuando algún suceso salpica la tranquilidad del Fondo, lo cierto es que en el barrio, pese a la explosiva mezcla de procedencias, no hay especiales problemas de convivencia ni bolsas de gran marginalidad. Los agoreros que apuntaban a una conflictividad inmediata entre colectivos han quedado desacreditados. Y eso que aquí viven también unos 1.500 latinoamericanos, un número casi similar de asiáticos (605 de Pakistán, 536 de Bangladesh y 228 de India) y unos 800 marroquíes.

El papel de los diez mediadores vecinales que el Ayuntamiento ha lanzado a la calle es determinante para una detección proactiva de irregularidades, llámense pisos patera, actividades ilegales o núcleos desestructurados, explica el teniente de alcalde de Santa Coloma, Antonio Carmona. Junto a estos mediadores están desde la semana pasada ocho agentes cívicos encargados especialmente de informar y concienciar a los comerciantes sobre la importancia de hacer un buen uso del espacio público, de mejorar la limpieza de las calles y

de evitar las actitudes incívicas.

Carmen Moraira, teniente de alcalde de Urbanismo, está convencida de que el salto definitivo para el Fondo vendrá del proyecto de regeneración integral ya iniciado, que se apuntala en la ley de Barrios, sin duda el gran logro del tripartito, pero también en fondos europeos y del Estado. El objetivo es esponjar el barrio, es decir, derribar viejos edificios y en su lugar levantar otros nuevos pero con más espacios verdes y más equipamientos. La reforma de los pasajes de la Victòria y Sant Pasqual, la prolongación de la calle Bruc y la conexión Joan V. Escalas con Liszt supondrán recolocar unas 230 familias fuera del barrio, algunas de origen gitano, y construir en su lugar pisos para jóvenes. El plan exige que los nuevos usuarios tengan de 18 a 35 años y un mínimo de diez años empadronados, por lo que confían en que llegará savia nueva y se invertirá la tendencia actual de que los jóvenes autóctonos se van a otros barrios. La apertura de nuevas plazas, la instalación de escaleras mecánicas y la construcción de un nuevo mercado en el Fondo, con un supermercado, biblioteca y guardería al lado, son los otros ejes de esta operación. El modelo podría ser el del mercado de Santa Caterina de Barcelona que ha revitalizado también su entorno. En conjunto se prevén cuarenta actuaciones con un coste estimado de cien millones de euros. Y el plazo son cuatro años.

Hace poco más de dos años algunos comerciantes autóctonos se manifestaron con pancartas donde se leía: “El Fondo se muere”. Ahora, uno de esos mismos comerciantes, que se confiesa dividido entre su apego al barrio y la sensación de aislamiento ( “no me entiendo con muchos de mis vecinos y sé que cuando me jubile se quedarán mi negocio”), reconoce que “algo está cambiando”.

Los chinos del Fondo responden al perfil habitual: son jóvenes, aspiran a trabajar como autónomos tras un tiempo de asalariados y aprenden un mínimo de catalán o castellano para su negocio. Y naturalmente, proceden de de Quingtian. Estela Farré, una empresaria catalana que trabaja en China, explica que en esa ciudad no es raro oír hablar en catalán. “Son niños que viven en Catalunya y han sido enviados allí para aprender mandarín o chinos catalanes que están de viaje”.

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