El voto hispano gana fuerza en EE.UU.

La Prensa Gráfica, 12-02-2008

En esas circunstancias, el llamado voto hispano crece en importancia estratégica, y el curso de las primarias lo demuestra. En el trasfondo, el tema candente del trato a la inmigración se deja sentir.

Se vive en el mundo un momento transicional en el que pareciera que casi nada de lo que antes era previsible puede darse ahora por seguro. Y esto no es resultado de ningún movimiento ideológico en particular, como se hubiera creído en los tiempos de la bipolaridad, previos a esta era de globalización. En las condiciones presentes, lo que hay son búsquedas en todos los órdenes de la vida, desde el espiritual hasta el político, pasando por lo cultural, por lo económico, por lo social y aun por lo esencialmente humano. Vemos a diario muchas cosas nuevas, no todas ellas positivas, desde luego; pero lo cierto es que la realidad se mueve en todos sus niveles nacional, regional y global, y este movimiento es lo que nos mantiene en constante atención y ansiedad.

Lo que acontece día a día en la campaña electoral de Estados Unidos puede ser buen ejemplo de ello. Sobre todo lo que estamos viendo en la competencia dentro del Partido Demócrata. La lucha cerrada entre la senadora Clinton y el senador Obama tiene en vilo a la opinión, más que por las figuras en sí, por lo que representan; y más que por lo que representan, por lo que este combate tan ajustado revela de las aspiraciones de la gente en un tiempo en que la ciudadanía va haciéndose cada vez más visible y actuante en todas partes.

En esas circunstancias, el llamado voto hispano crece en importancia estratégica, y el curso de las primarias lo demuestra. En el trasfondo, el tema candente del trato a la inmigración se deja sentir. Esto, que en otro tiempo hubiera sido incidental, hoy es fundamental y decisivo; y el notorio desconcierto de todos los candidatos frente al mismo evidencia que las fórmulas fáciles para salir del paso ya no sirven, y pueden ser contraproducentes.


Administrar la diversidad

Este es de seguro el desafío principal en la construcción de un verdadero mundo global. La diversidad siempre ha existido, pero ahora, cuando las viejas fronteras están cediendo en forma que no tiene precedentes ante los empujes de la comunicación, del intercambio y de la multipolaridad en formación, la diversidad ya no se contenta con ser un fenómeno de tránsito o de absorción: busca ser la expresión de que lo plural es inherente a toda vida en sociedad, y por ende es parte viva de la misma. En el caso específico de la emigración – inmigración, los que van a otros espacios nacionales y culturales a replantar sus vidas ya no aceptan desaparecer en su nueva realidad, sino, por el contrario, reemerger desde ella con personalidad propia. Es lo que vemos en Estados Unidos con nuestra gran comunidad emigrante.

Como le señaló una compatriota al precandidato Obama, en una mesa sobre temas educativos: lo que hay que asegurar es que la diversidad no se vuelva sinónimo de desventaja, como tantas veces ha pasado y sigue pasando. El tema, que antes ni siquiera estaba en la discusión, ahora palpita por todas partes en la inusual campaña electoral estadounidense, y es un signo de que la realidad gana terreno en las agendas políticas, como debió ser siempre y como de seguro ya no dejará de ser.

Hay que ir al fondo de las cosas a fin de que las soluciones funcionen. Por ejemplo, para ordenar la inmigración hay que entender que, en flujos como éste, lo que buscan los que se van con tanto sacrificio no es simplemente un nuevo trabajo, sino una nueva vida.

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