"Después de esta experiencia he descubierto que el Tercer Mundo también reside en Donostia"

Diario de noticias de Gipuzkoa, jorge napal, 11-02-2008

donostia. El docente de la Facultad de Psicología de la UPV y subdirector del Instituto Vasco de Criminología, César San Juan, admite que “jamás había imaginado la cantidad de briks de tinto que puede llegar a soportar al día un hígado humano”. Y lo dice en alusión a unas personas que, meses después de implantarse el programa Eutsi , han descubierto un espacio “en el que no necesitan consumir alcohol de forma compulsiva”.

¿Jamás se había hecho nada igual?

No nos consta. Experiencias de programas de reducción de daños para personas con toxicomanías sí son habituales, pero para personas con este perfil, sin hogar, sin red social, sin nada, alcohólicos crónicos con graves problemas de deterioro físico y psicosocial, podemos decir que no.

¿Qué le lleva a un profesor de Psicología de la UPV a interesarse por estratos sociales tan bajos?

Soy profesor de intervención psicosocial y me gusta saber de lo que hablo. He trabajado algunos años en cooperación al desarrollo, siempre me ha interesado. Pero después de esta experiencia he descubierto que el Tercer Mundo también reside en Donostia.

¿Cómo seleccionó su perfil?

Tenían que ser personas que, al menos, tuvieran cierta conciencia de sí mismas en cuanto a orientación espacial, temporal, recuerdos y lenguaje. Era preciso evitar la demencia derivada del consumo masivo y continuado de alcohol, porque hace inviable la convivencia en grupo.

¿Cómo se implicó en el programa?

José Antonio Lizarralde, Pottoko , responsable del Aterpe de la Parte Vieja de Donostia, me llamó para contar con una segunda opinión antes de implantar el programa. Su propuesta era en el fondo una osadía, aunque me pareció que merecía la pena intentarlo.

¿Es cierto que se comprometió a dar la cara en caso de que saliera mal?

Uno de los riesgos que valorábamos, entre otros muchos, era el rechazo social que pudiera suscitar la iniciativa. Que se llegara a pensar que estábamos dispensando alcohol a borrachos en pleno corazón de Donostia no nos hubiera sorprendido. En ese sentido entendimos que yo, como profesor vinculado a la Universidad, debía responsabilizarme de dar una contextualización “científica” a lo que estábamos haciendo. Afortunadamente las cosas han ido muy bien y no ha habido quejas.

¿Qué tipo de personas son exactamente? Habla de personas animalizadas, de perros callejeros…

La imagen que me viene a la cabeza es la del chucho olisqueando en el cubo de la basura. Me temo que les habíamos desposeído ya del título de personas, y lo peor es que lo tenían ya completamente asumido. Sujetos alcoholizados, enfermos, aislados, sin idea de futuro, sin idea de sí mismos. El concepto de “marginado” quizás es incluso generoso. Hace tiempo que están sumidos en un agujero, muy lejos del “margen”.

Es difícil imaginar a estas personas haciendo cola en el ambulatorio…

La Sanidad es, en principio, universal. Pero es muy difícil diseñar recursos socio – sanitarios orientados a dignificar la situación de estas personas. Se trata de un problema muy complejo que debe ser abordado de forma integral. Para poder presentarse a un centro de atención primaria habría que resolver simultáneamente dos asuntos: que fuera sobrio y más o menos duchado. ¿No parece muy difícil, verdad? Sin embargo, tener interés por no mostrarse maloliente o con la suficiente lucidez como para seguir un tratamiento médico eran logros casi impensables al principio.

Es de suponer que, al margen de la buena voluntad, resulta imposible mediante este programa lograr una integración total de estas personas

Se trata de un programa que técnicamente es considerado de “baja exigencia” ya que, entre sus objetivos a corto plazo, no se contempla la integración social de estas personas, en el sentido de encontrar un trabajo, fundar un hogar y construir una red social. Estamos en otra fase. Se trabaja la autoestima, la conciencia de persona, la dignidad humana. Era un reto que implicaba una altísima exigencia para los destinatarios y era impensable prever que iban a llegar hasta donde han llegado.

¿Cuál es la principal bondad de este proyecto?

Uno de los problemas centrales que había que abordar era el consumo de alcohol. No podía imaginarme la cantidad de briks de tinto que puede llegar a soportar al día un hígado humano. El milagro de este proyecto, gracias al extraordinario trabajo de los voluntarios y voluntarias de Aterpe (Cáritas) ha sido el de crear un espacio en el que estas personas no necesitan consumir alcohol de forma compulsiva. Esto es muy importante porque tiene consecuencias directas en su capacidad cognitiva y su identidad. Por otra parte, facilita una mayor adhesión a los tratamientos médicos, lo que previene recaídas e ingresos hospitalarios. A partir de ahí, todo mejora. Todo está relacionado con todo, pero hace falta un motor, el motor de su dignidad.

¿Han estrechado lazos entre ellos?

Ha sido otro feliz descubrimiento. El conjunto de usuarios es más que la suma de los individuos. Hay conciencia de grupo. Han experimentado la generosidad y la solidaridad.

¿Qué satisfacciones le ha reportado personalmente este trabajo?

Ha supuesto una satisfacción inmensa, pero todo el mérito es de los voluntarios que trabajan día a día en este proyecto. Héroes sin capa y sin superpoderes, pero héroes.

¿Por qué los políticos no le hincan el diente a este tipo de situaciones?

No lo sé. Quizás por la invisibilidad del colectivo. No votan, no demandan, no reclaman. A veces, cuando se barajan soluciones, he oído definir la situación como un mero problema de estética urbana. Francisco Barrena murió de frío en un banco en frente del Instituto Usandizaga (Donostia) porque no sé quién dijo que no era de su competencia, o porque iba en contra de no me acuerdo qué protocolo. No es más que un ejemplo.

¿Seguirá trabajando con este sector?

Desde luego, los resultados son muy prometedores. Pero no se trata tanto de un tema de investigación cuanto de un tema de interés social. Sería muy gratificante seguir colaborando en esta línea con Cáritas.

¿El proyecto ha despertado interés de otras instituciones?

Sí. No es un problema de Donostia. En todos las ciudades nos encontramos con estos parias urbanos y creo que Eutsi proporciona una estrategia de actuación viable. También desde la Consejería de Asuntos Sociales se han interesado por este proyecto. Y no es un mal síntoma.

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