EN LA RED

Oh, tiempo de los moros

El Mundo, DAVID TORRES, 10-02-2008

¿Deben los inmigrantes asumir nuestras costumbres por contrato? NO


Vísteme despacio, que voy deprisa. El consejo lo daba un rey pero sigue rabiosamente vigente. Tanto, que Rajoy debiera pensarlo cada vez que abre la boca porque nuevamente ha vuelto a meter la pata hasta el corvejón. Lo explicaba muy bien Casimiro García – Abadillo el viernes en estos mismos papeles: una cosa son las costumbres y otra los valores. Las costumbres no se pueden legislar: ni en este país ni en ningún otro, salvo en las dictaduras bananeras y en los países visitados por Gulliver.


Estoy completamente de acuerdo con que los emigrantes que vienen a España respeten nuestros valores, que no son propios de la cultura española, sino de todo el orbe civilizado occidental. Eso incluye una serie de obligaciones y derechos que garantizan, por ejemplo, la igualdad de sexos ante la ley. Por supuesto que la religión, ya sea católica, musulmana o budista, debe situarse siempre por debajo de esa tabla rasante que es la línea de salida para cualquier ciudadano. Otra cosa sería permitir barbaridades semejantes a las que imperan en esos países dejados de la mano de Dios, donde los homosexuales son ejecutados en público, las adúlteras apedreadas hasta la muerte y los ladrones colgados de una grúa. Zapatero debería pensárselo dos veces (quizá con una bastara) cuando habla de emprender una Alianza de Civilizaciones al lado de esas teocracias donde la vida de una persona vale menos que la de un perro. Si contra Sudáfrica, un país que vulneraba los derechos de los negros, se tomaron medidas internacionales en su día, ¿qué no debería hacerse con Irán, donde absolutamente todos los ciudadanos son de tercera, excepto sacerdotes barbudos, y no cuentan con más derecho que el de subir más pronto al cielo?


Ahora bien, Rajoy, con la impaciencia que le es habitual, ha hablado de «costumbres», y a esa pregunta debemos atenernos. ¿Costumbres? ¿Qué costumbres? ¿Dormir la siesta después de las comidas? ¿Lavarse los dientes después de cenar? ¿Ir al fútbol los domingos por la tarde? ¿Hacer la tortilla de patatas con cebolla? Las costumbres – repito por enésima vez – no son legislables y no se pueden comprobar luego mediante un examen en que al rumano o al musulmán de turno se le obligue a guisar una paella o a animar a la selección española de fútbol con bufanda y bombo.


Probablemente, Rajoy quiso decir otra cosa, pero ha dicho lo que ha dicho. Es un eterno problema de la derecha española, que el subconsciente les traiciona y se les desliza debajo de la lengua. Arias Cañete echando de menos su cafetito con la manteca colorá, porque el ecuatoriano colocado tras la barra no tiene ni idea de cómo le gusta a él el pan. El señorito de toda la vida se agazapa detrás de esas expresiones xenófobas y clasistas que, encima, no han sido captadas al vuelo en una reunión entre amigos, sino declaradas ante una televisión pública.


Mi viejo profesor de latín se quejaba, y con razón, de la urgencia que nos llevaba a coger por los cuernos, apresuradamente, la primera palabra que encontrábamos sin fijarnos ni en la raíz léxica ni en la declinación. Por ejemplo, la famosa expresión de Cicerón en la que se lamentaba de la decadencia de Roma en los días previos al intento de golpe de estado de Catilina: O tempora, o mores. Quiere decir: «Oh tiempos, oh costumbres». Pero un chaval de mi clase se lanzó alegremente bolígrafo en ristre y la tradujo así: «O te paras o te mueres». A Rajoy y a Arias Cañete les ha traicionado el miedo escénico contra el musulmán y han confundido el culo con las témporas: «Oh, tiempo de los moros».


David Torres es escritor y colaborador de EL MUNDO.

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