¡Aleluya! Rajoy, detrás de Sarkozy, («oiga, no le quepa la menor duda»), no coincide con todas las Iglesias. Frente a su obsesión contractual de inmigrantes, el arzobispo de la anglicana propone aplicar la ley islámica en el Reino Unido: mejoraría la relación con los musulmanes y evitaría «molestias». Porque un contrato obliga a ambas partes: los españoles tendrán que impedir la segregación en los colegios públicos y se impondrá la Educación para la Ciudadanía. En cambio, se ahondará el pozo de la burocracia; nos devolverá a todos, por la ambigüedad de la palabra costumbres, a cierta ley de peligrosidad social; y quien defiende la obligatoriedad de la enseñanza religiosa no vetará otros credos… Si fuéramos laicos, «oiga», qué sencillo sería.