Ayuntamiento

Las 'chicas' se aferran a la calle

El Mundo, JAIME G. TRECEÑO, 06-02-2008

Las prostitutas se mantienen al pie de calle. Pese a la compra por un grupo de empresarios de más de diez locales de alterne, en el triángulo de Ballesta, para transformar la zona en el nuevo Fuencarral, las meretrices se resisten a abandonar la zona y dan vida a este ‘barrio chino’ del corazón de la capital Un silbido, un suave susurro… «Suuuhh… ¡Ehh!.., hola…», lo justo para llamar la atención de un posible cliente. Poco ha cambiado en las calles Ballesta y Desengaño desde que saltase a los medios la intención del grupo de empresarios Triball – Triángulo Ballesta Madrid, según su web – de comprar los locales de alterne de la zona para convertirla en algo parecido a lo que existe dos calles más allá: Fuencarral. Las prostitutas siguen campando a sus anchas en el lugar. Ahora, sólo sobresaltadas por la aparición poco conveniente de las cámaras de televisión.


Despavoridas, una tras otra se mueven de un lado a otro de la calle para huir del indiscreto ojo de la lente. La mayor parte de las mujeres que venden su cuerpo en estas calles son extranjeras, sudamericanas en su mayoría, aunque la procedencia o la raza igual da. Rostros, color de piel, físicos cambian al ritmo de las agujas del reloj.


«A mí me parece bien que se compren los locales y que ahora se trata de adecentar esto», precisa una comerciante, dueña de un restaurante en la calle Ballesta. Preguntada sobre si Triball le ha ofrecido dinero por su establecimiento, su afirmación es negativa, mientras en su rostro dibuja un cierto aire de decepción.


Justo al lado de su local, un cartel verde con el símbolo del grupo empresarial informa a los viandantes de que lo ha adquirido. Se trata de un local de alterne que conocen en el barrio como «El gitano». Al lado, en la calle Loreto Prado y Enrique Chicote, una vía un poco más discreta, las meretrices se distribuyen desordenadamente por las aceras.


Acodado a la ventanilla de su camioneta, el conductor no puede reprimir que su bigote se estire cuando al pasar por la calle esboza una sonrisa de oreja a oreja. En esta calle, la presencia de Triball es mucho más importante. Un gran cartel verde, que ocupa prácticamente toda la fachada de lo que era un establecimiento, informa con gran alarde tipográfico: «Tribal Ocio». La imagen de una joven que parece bailar desaforadamente y la dirección de una página web completan la decoración del anuncio.


«Aquí se escucha de todo… Yo la verdad no sé si mi jefe ha vendido el local o no pero, por ejemplo, al dueño del bar que está ahí abajo en Ballesta le han dado 120 millones de pesetas», asegura el dependiente del sex shop que se encuentra en la calle Desengaño, 11. Sus vecinos, en cambio, precisan que al dueño de este establecimiento le han dado «300 millones de pesetas». Curiosamente, todos los empresarios siempre hablan en pesetas a la hora de referirse a las cantidades. Muchos de los locales del lugar están regentados, no por los dueños, si no por terceras personas que los tienen arrendados. En algunos casos, el alquiler es de larga duración.


Por el momento, según Hetaira, organización sin ánimo de lucro que ayuda a las prostitutas, se han vendido en el lugar poco más de diez establecimientos. La intención de este grupo empresarial es revitalizar la zona. Para ello, ofrecerán un alquiler más barato que lo que existe en las calles cercanas. Hay que recordar que a escasos metros se encuentra una de las arterias comerciales más importantes de Madrid, la Gran Vía. Antes de dar el visto bueno a los nuevos inquilinos de los locales, éstos tienen que remitir un proyecto de su negocio. El motivo, evitar que vuelvan a aflorar los bares relacionados con la prostitución.


Desde el Ayuntamiento de Madrid ya anunciaron a finales de la legislatura pasada su intención de revitalizar toda la zona y declarar la guerra a la prostitución. Su intención es crear un eje comercial, similar al que existe en la calle Preciados, que parta de la calle Montera, atraviese la Gran Vía hasta la Red de San Luis y devuelva la vida al lugar. De hecho, incluso, llegó a dejarse caer que cerrarían los sex shops. Posteriormente, se bajó el diapasón y todo se resumió con un anuncio de mayor rigor en la inspección. El primer paso que dio el Consistorio fue la instalación de cámaras de vigilancia. Por el momento, parece que no han tenido ningún efecto disuasorio, ni en los aledaños de la calle Desengaño y Ballesta ni en el otro lado de la Gran Vía, en la calle Montera.


«La prostitución no se irá de aquí nunca. La gente que busca lo que busca ya sabe donde tiene que venir…», precisa una mujer de mediana edad embutida, de manera imposible, en unos vaqueros.


De momento, parece que lo único que ha cambiado en la calle ha sido la trastienda. La vía pública sigue igual. Las prostitutas mantienen su lugar de trabajo.


«HE PUESTO UNA QUERELLA A LA POLICIA»


Hay dueños de establecimientos que aseguran que la irrupción del grupo empresarial Triball en el triángulo de la calle Ballesta «viene dada por el Ayuntamiento». ¿En qué basan esta aseveración? En lo que a su entender entienden que es una acoso policial en toda regla. Tan es así que incluso se han llegado a interponer querellas criminales contra la Policía Municipal por acoso, extorsión y amenazas. Este es el caso de una empresaria que tiene dos locales de alterne, uno en la calle Ballesta y otro en Desengaño. «En octubre Triball hizo una oferta de 300 millones, por local, al casero y luego a mi de 10. Yo le dije que no estaba interesada y a me ‘frieron’ a inspecciones», precisa la empresaria. El 31 de octubre dice que le hicieron una inspección y la dijeron que la licencia que tenía no se ajustaba a la actividad que estaba desempeñando, ya que la suya es de bar de copas y tiene cafetera y ambigú. «A partir de entonces se presentaba la Policía Municipal cada dos por tres. Me levantaron hasta 50 actas», precisó. El 8 de noviembre le dieron trámite de audiencia pero la cosa no cambió, hasta el punto que el 11 de diciembre el Ayuntamiento dictó orden de cierre. Ese mismo mes, la empresaria puso una «querella criminal por amenazas, extorsión y amenazas» contra agentes de la Policía Municipal, según afirma. Y es que dice que incluso le han llegado a tirar, despreciándolos, los seguros y licencias que presentaba cuando venían a pedir la documentación. El pasado domingo estaba decidida a denunciar ante los tribunales al concejal de distrito y a la gerente de Urbanismo. Según precisaba, ayer, después de reunirse con representantes municipales dio marcha atrás, ya que no le van a cerrar el local, porque «se dieron cuenta de que habían cometido errores», aseguraba. Incluso, ha dado orden de retirar la denuncia a la Policía Municipal.

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