Iniciativas públicas y de ONG convierten a esa ciudad, con un 40% de extranjeros, en referente de las políticas de integración

Salt, puerta de entrada de inmigrantes

La Vanguardia, , 04-02-2008

JOSEP PLAYÀ MASET – Barcelona

PREOCUPACIONES El paro y la vivienda son las principales preocupaciones de los inmigrantes

INICIATIVAS Ahora se ponen en marcha dos oficinas de promoción económica y de pisos
En 1962, en pleno auge del plan de desarrollo franquista, el Patronato de la Vivienda construyó en Salt el Grupo Virgen María, en el paseo Marquès de Camps, que fue ocupado de forma casi exclusiva por inmigrantes andaluces. Salt empezaba a ser la ciudad dormitorio de Girona. Aquellas familias progresaron y la gran mayoría se ha trasladado a otras viviendas. Hoy, en aquellos 221 pisos viven 581 personas de 19 nacionalidades, la mayoría marroquíes y gambianos. En aquel entonces los pisos merecieron elogios por su diseño, ahora se hallan en proceso de degradación.

Este podría ser el frío retrato del Salt de la inmigración. Una ciudad pegada a Girona que con el40% de extranjeros tiene el privilegio de ser la ciudad catalana con más inmigrantes no comunitarios. Es, además, un punto de llegada en las comarcas de Girona, especialmente para los africanos, que encuentran aquí el primer refugio, antes de buscar trabajo o vivienda en otros núcleos.

Y aunque en los últimos años se ha frenado la entrada de subsaharianos, llegan inmigrantes de otros orígenes, como las mujeres hondureñas que trabajan en el servicio doméstico y ocupan el puesto de las africanas, un hecho que inquieta. El despunte del paro es la principal preocupación de la Administración pública en relación con la convivencia en zonas de alta densidad migratoria.

Esta historia de recién llegados que se repite desde hace medio siglo, aunque con distintos protagonistas, explica un sinfín de iniciativas que convierten a Salt en un referente de las políticas de acogida. Andreu Bover, técnico del área de Integración y Convivencia del Ayuntamiento de Salt, enumera las iniciativas: programas de primera acogida y de formación (círculos de conversación, cursos para jóvenes), apoyo a las comunidades de vecinos, programa de barrios (Salt 70), escuela de adultos (800 alumnos, de los que el 60% son inmigrantes) y está a punto de crearse una Taula d´Entitats Estrangeres. “Este año ponemos en marcha una oficina municipal de promoción económica (inserción laboral, promoción del comercio, escuelas taller, intermediación) y una oficina de promoción de vivienda social para detectar pisos vacíos y crear una bolsa de alquiler”. El alquiler es otro de los temas que más preocupan.

Assane, coordinador de la Asociación de Inmigrantes Senegaleses, considera básico compartir experiencias y colaborar en proyectos de desarrollo en su país de origen. “Venimos para quedarnos – explica-, pero es difícil si los propietarios de los pisos prefieren vender antes que alquilar. Y si no hay trabajo fijo, no nos dan créditos”.

En el grupo de viviendas Verge Maria, la asociación Eina lleva a cabo un proyecto para fomentar la creación de comunidades de propietarios que intervengan en la mejora del entorno, resuelvan los problemas de limpieza y se impliquen en la vida ciudadana. “No es fácil cuando hay gente de tantas nacionalidades, familias numerosas, muchos pensionistas y constantes cambios de ocupantes”, señala Judit Font, de Eina. Para colocar un ascensor es necesario el acuerdo de la comunidad. Si hay un moroso, hay que buscar una solución.

Objetivos similares persigue el proyecto Comunitat Salt, de Caritas, centrado en la isla que forman las calles Guimerà, Dr. Ferran, Torras i Bages y Sambola, con 275 pisos. Aquí viven 937 personas de 32 nacionalidades. La mitad son africanos, 70 latinoamericanos, 25 de la Europa del Este, 16 de Asia y el resto, españoles. El trabajo de los técnicos ha permitido detectar situaciones de riesgo (mujeres maltratadas, prostitución, toxicomanías, ancianos solos) y solucionar conflictos por pequeñas cuestiones (patios comunitarios sucios, masificación de pisos, ruidos, hábitos incívicos como lanzar objetos por la ventana u orinar en la escalera). Este proyecto ha obtenido este año el premio Francesc Candel.

Otro de los retos es la integración escolar. Según el último dato conocido, los alumnos extranjeros son el 43%, pero la constante llegada de menores por reagrupación y el goteo de familias autóctonas que envían sus hijos a centros privados de Girona acercan el porcentaje al 50%. El peligro de guetización es un hecho en escuelas como La Farga y Mas Masó y va por el mismo camino el instituto SES. Sin embargo, todos los pedagogos consultados coinciden en que lo peor es el estigma. La labor de estas escuelas enfrentadas desde hace años a esa realidad ha sido meritoria y seguramente la nota más optimista es ver los patios donde niños de distintas nacionalidades se comunican en un perfecto catalán.

La Fundació SER. GI trabaja en un programa de mediación intercultural en institutos: facilitan contactos entre familias y centros, proporcionan traductores y asesoran. “Algún caso de incomunicación por problemas lingüísticos se ha resuelto con un punto rojo en la agenda del niño. Los padres al verlo saben que algo pasa y que deben acudir al centro. Un punto verde, por el contrario, significa que deben felicitar a su hijo”. Lo explica Gemma Clapés, coordinadora de educación de SER. GI. El diálogo ha permitido resolver casos como el del niño que no quiere ir a la piscina por vergüenza o el de los padres que de entrada no quieren que su hijo vaya a una salida escolar. También Eina se ha centrado en los institutos Espriu y Vallvera donde realiza talleres para explicar el hecho migratorio y analizar actitudes y prejuicios. Eina ha trabajado además con grupos de jóvenes para proporcionar orientación laboral y conocimiento del entorno. “El problema grave – dice Judit Font- son los que llegan y ya no pasan por la escuela. Especialmente, las chicas subsaharianas que se ven casi obligadas a quedarse en casa a cuidar del resto de la familia”.

Estas experiencias son la otra cara de ese Salt multicultural.

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