ENTREVISTA: NAJAT EL HACHMI

"He intentado alejarme de unos orígenes marroquíes que duelen"

Ganadora del Premio Ramon Llull

El País, ISRAEL PUNZANO, 02-02-2008

En apenas unas horas ha pasado de ser una desconocida a atraer todos los focos. La gesta de Najat El Hachmi, escritora de origen marroquí proclamada ganadora del Premio Ramon Llull por L’últim patriarca (que publicará la editorial Planeta el 5 de marzo), ha sido acogida con una mezcla de entusiasmo y curiosidad. ¿Pionera o excepción? Ni siquiera ella, que tiene las cosas tan claras, puede responder a esta pregunta. La autora ajusta cuentas en su novela con el machismo y la violencia de los jefes de familia chapados muy a la antigua. En contraposición a esa figura cruel, emerge la de su hija: una joven que busca la libertad desprendiéndose de un legado social que no ha elegido.

Pregunta. Dice que no quiere ser símbolo de nada. ¿Qué le preocupa?

Respuesta. No sé qué lecturas se pueden hacer con este premio, porque no me había planteado ganarlo. Cuando la prensa me ha insinuado eso de ser un símbolo, me pregunto: ¿Símbolo de qué? Siempre ocurre lo mismo. Todo el mundo intenta encasillar a los demás. En mi caso, dicen que estoy bien integrada…

P. ¿Va por libre o reconoce alguna influencia?

R. En el camino de encontrar mi propia voz, no era consciente de las influencias. Pero mi escritura tiene una herencia muy palpable: la tradición oral de mi país de origen. Hasta los ocho años, no sabía lo que era un televisor. Todo lo que era ficción, lo que pertenecía al mundo de la imaginación, lo recibí entonces a través de los cuentos que me narraba mi madre. La fantasía empezaba cuando se apagaba la luz. Aquellas historias me han dejado un gran recuerdo. Era algo casi mágico, porque me obligaba a inventar imágenes de cosas que no había visto, a crear realidades con el pensamiento.

P. ¿Y el paso a los libros?

R. Fue en Cataluña donde aprendí a leer y a escribir. Leía todo lo que se me ponía por delante porque ya no había espacio para aquella tradición oral. Las formas de convivir no son las mismas aquí y allá.

P. Dígame algunos de sus libros o autores favoritos de la literatura catalana.

R. Mercè Rodoreda es un referente muy claro que siempre me acompaña. También novelas como Solitud, un magnífico relato sobre el desarraigo. Otro autor que me fascina es Pere Calders, que desplegó una modernidad tremenda en su obra. La suya es una literatura transcultural en la que aparece el costumbrismo al lado del realismo mágico… Espriu también es un referente, sobre todo a nivel formal. Creo que es el gran olvidado de la literatura catalana, pese a ser un maestro de la narración.

P. ¿Y en castellano?

R. Me interesa la poesía de la Generación del 27, especialmente Lorca. De la Generación del 98, he leído mucho a Antonio Machado.

P. ¿Cuál fue el acicate para escribir esta novela?

R. Tenía una gran necesidad de explorar lo que representa la figura del patriarca. Descubrir sus porqués, adivinar las causas que provocan que una persona normal se convierta en un monstruo. Pero nadie es sólo un monstruo. Todo tiene sus grises. Por ejemplo, él ejerce la violencia, pero también la ha padecido.

P. ¿Reconoce algún tema que le inspire recurrentemente?

R. Lo que más me intriga son las relaciones humanas, las conductas. Escribo sobre los individuos de frontera, los que viven entre dos realidades sociales distintas o entre escalas de valores dispares.

P. ¿Está enlazada la búsqueda de libertad de la protagonista con su vocación literaria?

R. Escribir es la máxima forma de libertad. Haces lo que te da la gana. Me permite yuxtaponer situaciones que otros autores no harían, porque no comparten mi realidad.

P. ¿Cuál es su relación con ese legado del que habla?

R. Es complicada y con bastantes momentos de autoodio. He intentado alejarme de unos orígenes marroquíes que duelen, porque cuesta compaginarlos con el resto de mi vida. Luego he entendido que cuando no es posible destruir algo, sólo queda la posibilidad de asumirlo.

P. ¿Y cómo se resuelve en el libro el choque cultural y el conflicto entre generaciones?

R. ¿Quiere que destripe la novela?

P. Hasta donde pueda, claro.

R. Es una lucha intensa, llena de vaivenes. Basta pensar que es un conflicto que afecta a relaciones humanas entre personas muy próximas.

P. ¿Por qué adoptó el catalán como lengua literaria?

R. Es la única lengua de escritura que tengo, porque es la primera que leí. En el paso de lectora voraz a escritora, nunca me planteé utilizar otra.

P. Su primer libro tenía un título contundente: Jo també sóc catalana.

R. Era puramente autobiográfico y me centraba en la emigración. No creo que el título sea contundente. Cuando llevas 20 años viviendo en un lugar, cansa mucho que todavía se te considere una extranjera. Los paisajes y la gente que quiero son los que he conocido en todo este tiempo y no los de la infancia. Me siento catalana y punto.

P. ¿Por qué no le gusta nada la palabra colectivo?

R. Colectivo… Es una palabra que no sé a qué hace referencia. Pertenecer al colectivo marroquí… Pues nunca he tenido esa sensación. La gente cuando emigra establece sus propias redes sociales. Es eso lo que facilita la identificación, no el nacimiento en un lugar determinado. Además, me parece peligroso que el poder busque representantes de ciertas comunidades, porque los grupos humanos son heterogéneos. Eso de hablar con los rumanos, con los marroquíes o con los senegaleses a través de un supuesto portavoz de cada una de esas comunidades es absurdo. Entre otras cosas, no ha sido elegido por sufragio universal de los que dice representar.

P. ¿Usted se considera una víctima del patriarcado?

R. El patriarcado es un orden social que no perjudica sólo a la mujer y a la hija. También afecta a los chicos menores de edad, gente de la que se habla poco porque nos centramos en la mujer. Ellos quedan en segundo término, aunque también padecen situaciones límite. En su caso, a veces la confrontación es mayor, porque se niegan a repetir un legado patriarcal que rechazan. No hay preocupación social por los hijos varones, que sufren una presión terrible.

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