Aitor Lagunas
BERLÍN – Un país derrotado, humillado, ocupado y culpable. Ruina física y moral. Destrucción y división. Holocausto. El recuerdo del horror nazi permanece indeleble entre la inmensa mayoría de la actual sociedad alemana. Ese «año cero» que Roberto Rossellini reflejara con su cámara, 1945, supuso el punto final a una huida hacia delante cruel y totalitaria. Hoy, cuando se cumplen 75 años del comienzo de aquel fantasmagórico período (la toma del poder por Adolf Hitler), Alemania sigue preguntándose cómo una nación ilustrada y patria de filósofos y científicos pudo asomarse al abismo y no resistir la tentación de precipitarse en él. «Tenemos que examinar las circunstancias que posibilitaron la llegada del nacionalsocialismo», reclama Charlotte Knobloch, líder del Consejo Mundial Judío.
Pero las ideas nazis no sólo se conjugan en pasado. Las agresiones xenófobas constituyen una creciente fuente de preocupación para el Gobierno y sus servicios de inteligencia. La Oficina para la Protección de la Constitución debería terminar en dos meses un informe sobre la viabilidad de una potencial ilegalización del Partido Nacional Alemán (NPD), la principal fuerza del espectro ultra. Con cerca de 7.000 afiliados, el NPD goza de gran predicamento entre los nostálgicos del III Reich, a pesar de que sus dirigentes rechazan la etiqueta de «nazis».
Su representación en los parlamentos regionales, especialmente en los estados orientales, si bien testimonial, manifiesta la inadaptación a la democracia de libre mercado de casi un 5% del electorado. Hasta ahora, esa barrera no se ha superado en unos comicios generales, aunque, según el politólogo Jürgen Falter, hasta «diez de cada cien alemanes» podrían ser catalogados como potenciales votantes del NPD.
El partido atraviesa, sin embargo, momentos delicados en lo económico y lo organizativo. Acusada de fraude y acuciada por las deudas, la cúpula rectora que encabeza Udo Voigt habría aceptado un préstamo por medio millón de euros del abogado Jürgen Rieger. Como administrador de la herencia del fallecido multimillonario y filonazi Wilhelm Tietjen, Rieger podría insuflar otro medio millón más en las anémicas arcas del NPD. Tietjen legó una cuantiosa suma para recoger y almacenar esperma de «pura raza aria», con objeto de enriquecer posteriormente la genética alemana.
Y, estratégicamente, algunos cabecillas del partido no ven con buenos ojos la coordinación con los «cabezas rapadas», demasiado identificados con la violencia en un país en el que se producen dos agresiones racistas cada día.
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