Cómo ha sido la experiencia de estos años?

– Muy buena. He estado en la Comunitat todo este tiempo: Ademúz, Valencia y Corbera.


- ¿Qué implica para las personas inmigrantes dejar atrás su tierra para venir a otra desconocida?

– Al venir muy mayor para acá, con 36 años, se extraña un montón todas tus cosas: tu tierra, tus amigos… Es un cambio muy grande tener que venir acá teniendo tus raíces allá. Pero vamos llevándolo bien porque tenemos los chiquilines acá.


- ¿A qué le obliga la profesión de camionero?

– A estar todo el día fuera. Acá porque trabajo sólo en Valencia y aún puedo estar de noche en casa. De las 7 de la mañana hasta las 8 de la noche.


- Sus previsiones de futuro ¿por dónde pasan?

– Por poder salir adelante y mejorar un poco más. Afrontar lo que venga. Si nos podemos quedar nos quedamos y si no podemos diré aquello que suelen dicen acá en Valencia: “Me’n vaig”. (Ríe.)


- ¿La persona se enriquece con el cambio?

– Sí, mucho, porque justo acá, en la Comunitat, hay mucha gente de otros países y te conectas con unos y otros: marroquíes, rumanos, argentinos… una comunidad muy grande y variada que te da para hablar y enriquecerte de unos y otros.


- ¿Cómo se desenvuelve en el día a día?

– Acá me llevo bien con todos. Claro que conozco otras personas que se han sentido rechazadas por ser inmigrantes, por ser medio negrito o mulato. Yo por ahora voy encajándolo bien, claro que mi abuela era valenciana y mi padre catalán, porque se ve que en aquellos tiempos mis abuelos se casaron y se fueron a vivir a Barcelona.


- Su mayor deseo…

– Sacar a mi familia adelante y poder comprarme un piso, que acá es inalcanzable. Vivo de alquiler. A mi edad parece que se te cierra todo, y lo que te presta el banco no alcanza para nada.


- ¿Qué está tomando?

– Unos matecitos, que es como lo que ustedes llaman una infusión.