Los 130 bengalíes del CETI de Melilla duermen a la intemperie para evitar ser expulsados

El Mundo, PAQUI SANCHEZ. Corresponsal, 29-01-2008

Piden al Gobierno que les dejen quedarse, como hizo con sus compatriotas acogidos en Ceuta Los alrededores del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla se han convertido en el campamento habitual para unos 130 indocumentados de Bangladesh que, desde hace tres meses, cuando cae la noche, abandonan sus habitaciones en el centro para dormir bajo las estrellas.


Nadie les obliga a ello. Ni siquiera las circunstancias físicas, ya que el CETI tiene desde hace semanas uno de los niveles de ocupación más bajos de los últimos años. Sin embargo, el miedo a ser devueltos a su país de origen les lleva a desconfiar de las comodidades que el Ministerio de Trabajo les ofrece en el centro migratorio, donde vuelven al alba para desayunar y darse una ducha tras dormir toda la noche en el suelo.


Hace tres meses que el cónsul de Bangladesh hizo una visita al CETI para realizar una identificación masiva a más de un centenar de compatriotas. Saben que éste es el paso previo a la repatriación, una pesadilla de la que quieren huir a toda costa; sobre todo ahora: algunos llevan más de dos años sin que el Gobierno les haya dado ninguna solución a su situación irregular en España.


Estos bengalíes no quieren ser menos que los 33 compatriotas que estuvieron ocultos durante tres meses en un monte de Ceuta, tras escapar del CETI por miedo a ser repatriados. Después de dos encierros de los colectivos sociales y de la presión de los medios de comunicación, el Gobierno les prometió – ayer se cumplieron exactamente dos meses – no deportarles si regresaban al centro y conseguían trabajo. La historia podría repetirse.


Shaieul, un joven de 27 años procedente de Dacca, capital de Bangladesh, que todas las noches, a las 22.00 horas, sale del CETI de Melilla con su manta bajo el brazo para encontrarse con sus compañeros. La puerta del centro es el punto de encuentro para estos 130 inmigrantes, que, con esta evasión nocturna, quieren evitar lo que ya han vivido en los últimos meses 32 compatriotas suyos: que la Policía acuda al CETI de madrugada para sentarlos en el avión de vuelta a Bangladesh.


Esta posibilidad provoca un resoplido de angustia y desesperación en Shaieul y en su compañero Alom, también bengalí de 27 años, con quien comparte chabola cada noche desde hace tres meses. Varios cartones, maderas y unos plásticos comprados con lo que ganan limpiando coches en el centro delimitan los pocos metros cuadrados en los que se refugian, junto a otros tres inmigrantes, no sólo del frío invernal de Melilla, sino también de la burocracia española. Aun así, se consideran unos privilegiados. Otros paisanos suyos duermen a la intemperie, refugiándose en tuberías y acequias, por no tener dinero para comprar unos simples plásticos.


Ladrones de chabolas


Al menos ellos no sufren los ataques de los ladrones, que roban el plástico y la madera de las chabolas cuando sus moradores las abandonan cada mañana. Son materias primas muy preciadas entre los miles de marroquíes que, a diario, pasan la frontera para buscarse la vida recogiendo chatarra, que venderán al otro lado de la doble valla.


Alom y Shaieul se han encontrado más de una noche sin chabola tras ser completamente desmantelada. Algunos ladrones abordan a los bengalíes en la oscuridad de la noche para arrebatarles las pocas monedas que puedan llevar en sus bolsillos. Y es que entre los sin techo también hay clases. Sobre todo después de que el reciente ciclón Sidr haya dejado sin casas y sin familia a medio centenar de los acogidos en el CETI.


Este desastre natural es, sin embargo, una oportunidad para la esperanza, porque han pedido en innumerables ocasiones a la Delegación del Gobierno que les permita quedarse en España para ayudar a reconstruir Bangladesh. Hasta el momento han protagonizado varias concentraciones, sentadas y escritos para pedir lo que ellos llaman «la liberación», es decir, los papeles necesarios para legalizar su situación en nuestro país para trabajar y, de este modo, cumplir el objetivo por el que hoy están en Melilla.


Ese es el sueño común de los 150 inmigrantes de Bangladesh que actualmente están acogidos en el CETI de Melilla, que no comprenden el agravio comparativo al que están condenados por el Gobierno. De hecho, Shaieul asegura que, en 2006, más de 400 inmigrantes africanos recibieron los ansiados papeles, mientras que a los bangladesíes se les prometió que los tendrían en 2007. «Ya estamos en 2008 y todavía seguimos igual», se queja amargamente este joven inmigrante. «Nosotros también tenemos ese sueño».

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