REPORTAJE

"El problema es la ignorancia"

Para los inmigrantes musulmanes es complicado integrarse en Sevilla

El País, LIDIA JIMÉNEZ, 27-01-2008

“Salam aleikum, amigo”. Kamal Aitoutouhen, de Tetuán (Marruecos), saluda a su amigo Hamid, de Senegal. Es la hora de la tercera oración del día, las 14.30, y la mezquita de la calle Los Romeros, al noroeste de Sevilla, se convierte en un hervidero de musulmanes que bajan las escaleras y desaparecen en una agradable nube de incienso.

A cinco minutos de ahí, la iglesia de la Macarena reúne diariamente a multitud de devotos y curiosos. “La paz contigo”, le dice Antonio Jiménez, con acento andaluz, a otro amigo. También huele a incienso. El hilo musical religioso crea un ambiente acogedor. Mezquita e iglesia. Musulmanes y cristianos. Kamal y Antonio. Y un saludo que significa exactamente lo mismo: “La paz esté con vosotros”.

Kamal estudió Filología Hispánica y llegó a España en 1998 para hacer los cursos de doctorado. “No los acabé porque me tuve que poner a trabajar para poder comer”. Antes de entrar en la mezquita, mientras se quita las zapatillas, ofrece su opinión pausadamente: “El problema de la gente aquí es la ignorancia respecto al islam. No se enseña en los colegios, no se habla, no se explica. Así es muy difícil que puedan ser tolerantes. No saben con qué serlo”.

Un grupo de mujeres se reúne en una tienda a 50 metros de la mezquita. “Que se vayan a su país de una vez”, dice una. Mientras compran el pan, dos cervezas o una bolsa de colines discuten sobre el tema de la inmigración. Portan grandes monederos en las manos. No están muy seguras de la nacionalidad de sus nuevos vecinos, pero todos entran en un mismo saco: el de “moros”.

Carmen, ama de casa de 68 años que vive en el barrio hace 30, intenta calmar los ánimos. Asoma los ojos por la parte de arriba de sus gafas: “Yo viví en Ceuta 14 años. Mis amigos de allí son más buenos que nadie del mundo”, asegura. Después introduce el pan en su carro a cuadros. Se marcha.

El Observatorio Andalusí, que depende de la Unión de Comunidades Islámicas de España (Ucide), ha sacado este mes un listado de las administraciones “hostiles” al ejercicio de la libertad religiosa en 2007. Entre ellas, el Ayuntamiento de Sevilla. El informe ha abierto la caja de Pandora: ¿Hay islamofobia en Sevilla?

Alguien pasa delante de una pastelería cercana a la basílica de la Macarena. Camina despacio. Es de Tánger (Marruecos), tiene 50 años y seis hijos. Decide llamarse Fátima para ocultar su nombre real. Mira los dulces de reojo. “Yo noto mucho rechazo aquí. Y eso que llevo 30 años. A veces aún me llaman morata”. Lleva un vestido muy largo de color oscuro y un velo morado. Casi no se la ve la cara y no consiente que le saquen fotos: “Todo lo que piensan los españoles es verdad. ¡Claro que hay musulmanes radicales! Pero que no nos metan en el mismo saco”.

Faysal, que trabaja en un locutorio de la calle Doctor Fedriani, está de acuerdo. Vino a los 29 años desde Mauritania y dice haber trabajado en casi todo. “Me he recorrido todos los pueblos de España entre la fresa, las aceitunas,…”. A Faysal le encanta Andalucía porque se parece mucho a su país. “Pero que no nos juzguen más, por favor”.

El presidente de la Comunidad Islámica en España, Malik Ruiz – que no pertenece a Ucide – , afirma que “no hay problemas de racismo contra musulmanes en Sevilla”. Su opinión choca con la decisión de Ucide y con ciertas actitudes ciudadanas.

Juan Antonio Jiménez, representante de la Comunidad Islámica en Sevilla, intenta aclarar la situación: “Debemos diferenciar a los musulmanes andaluces de los inmigrantes. El problema real es el rechazo a la inmigración, a los que vienen huyendo de sus países. La intolerancia la sufren igual los musulmanes y los no musulmanes”.

Jiménez se presenta a sí mismo como Muyahi. Se convirtió a los 27 años “tras dar varias vueltas por el mundo”. Su mujer lleva velo “como signo de identidad y porque le da la gana”. Tienen siete hijos. Está seguro de que la mezquita de Sevilla, cuyo proyecto fue paralizado, se construirá tarde o temprano. En febrero del año pasado, la asociación de vecinos de Los Bermejales se negó a la construcción de la mezquita en la parcela de 6.000 metros cuadrados que el Ayuntamiento de Sevilla había cedido.

Más de 7.000 musulmanes viven en Sevilla. “Y la cifra va aumentando”, se regocija Muyahi.

Mientras tanto, continúa la reflexión en el comercio. Los musulmanes salen de la oración y pasan por delante de la tienda. Un señor de 71 años llega a comprar pan para la comida. Lleva 36 en el barrio. Sus ojos azules entienden el problema de otra forma: “También los españoles tuvimos que emigrar muertos de hambre. ¿No nos acordamos o qué?” Respira profundo y se dirige a la tendera: “¿Me vas a dar el bollito o qué, mi arma?”

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