MANUEL ESTAPÉ TOUS – Barcelona
La expansión económica española iniciada en 1994 ha sido, de lejos, la más vigorosa de las registradas por las grandes economías de la zona euro. Al margen del boom inmobiliario, la economía española se ha caracterizado por crecer casi el doble que nuestros vecinos franceses, italianos y alemanes, con un nivel de creación de empleo equivalente al 40% del total de la unión económica y monetaria.

Desde el punto de vista histórico a España le ha pasado al revés que en los años sesenta, cuando la expansión coincidió con la emigración de más de un millón de personas. En los últimos diez años, España ha vivido el mayor choque demográfico de su historia en forma de inmigración masiva y su población ha pasado de 40 millones – que parecía ser su techo habida cuenta de la mínima tasa de natalidad y la delicada situación financiera de la Seguridad

Social a 10 años vista- a más de 44 millones. En términos económicos, se trata de un incremento del 10% de la demanda, que llevó al catedrático de Economía Aplicada de la Universitat Autònoma de Catalunya Josep Oliver a calcular que los inmigrantes generan más del 50% del crecimiento anual en Catalunya.

Precisamente ayer, en Le Monde,en un artículo titulado La inmigración, inevitable e indispensable,su autor Frédéric Lemaître refutaba la creencia francesa de que hay demasiados inmigrantes en el Hexágono. Después de recordar que en Australia un 25% de la población es de origen foráneo frente a un 8,1% en Francia, el autor cita el libro de éxito ¿Somos perezosos? para recordar que Francia es el país rico que, al margen de Japón, ha mantenido herméticamente cerradas sus fronteras desde 1995: el peso de los inmigrantes en la población ha aumentado desde entonces 6,5 veces más en España que en Francia, 4,9 veces en Estados Unidos, 3,6 veces más en el Reino Unido y 1,8 veces en Alemania". Y remata, en España, Estados Unidos e Irlanda, parte del crecimiento económico se explica por el crecimiento de la población.