La sala de espera de la UCI pediátrica del hospital Virgen de la Arrixaca se ha convertido en un improvisado campamento donde habitan día y noche los miembros de una familia de etnia gitana desde hace una semana. El grupo, que oscila entre 10 y 20 personas según el momento del día, come, duerme y fuma en el interior del centro sanitario sin que nadie haya podido evitarlo hasta el momento. Además han protagonizado episodios violentos contra el personal.

La situación comenzó el lunes pasado con el ingreso de una niña de la familia en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). En ese momento, según algunos testigos, hasta el hospital infantil llegaron más de medio centenar de allegados. Como la menor fue hospitalizada, una parte de ellos se instaló en la sala de espera de la UCI pediátrica del centro.

A pesar del número de familiares, nada parecía fuera de lo normal hasta ese momento. Los problemas surgieron a partir de los hábitos que el grupo adoptó sin tener demasiado en cuenta que se encontraba en un lugar público. Según fuentes sanitarias, durante esta semana la sala de espera ha sufrido un proceso de degradación debido a que comen, fuman y duermen, incluso han instalado colchones, como si de una zona privada se tratase.

Colchones en el suelo

Varios trabajadores se quejan de que abusan del espacio común, sin respetar la higiene del lugar ni el descanso de los demás familiares que también tienen niños ingresados en el área. «Tienen un comportamiento que a nadie más se le permite tener aquí», aseguran. «Es un sitio donde hay recién nacidos y los demás no pueden ni entrar al baño».

El problema se agravó con las graves acciones que han protagonizado algunos de los miembros de la familia. El miércoles una guardia de seguridad del hospital recibió una paliza de dos hombres cuando les indicó que no podían aparcar en un lugar determinado.

Además, otros miembros del personal han sido increpados por no permitirles la entrada a zonas restringidas, lo que ha generalizado la sensación de impunidad que tienen y el estado de indefensión en el que se encuentra personal y familiares de otros enfermos, como lamenta los empleados mencionados.

A raíz de estos episodios la vigilancia se ha reforzado para evitar nuevos enfrentamientos y la dirección del centro habló con el patriarca para encontrar una solución. «Hay que entender que están en una situación difícil», explica Manuel Alcaraz, gerente del hospital, en referencia al estado de la pequeña. A pesar de ello, la actitud del grupo ha mejorado desde que hablaron con el patriarca.

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