KATRINE CAMILLERI / Premio Nansen para los Refugiados 2007

«La inmigración es un mal con causas; y sólo atacamos a los síntomas, a la gente»

El Mundo, ALBERTO D. PRIETO, 17-12-2007

Abogada del Servicio Jesuita a Refugiados en Malta, ha sido distinguida por ACNUR por su «excepcional servicio» a los más débiles, trabajo por el que ha sido atacada en su país Aquellos que trabajan para los demás son vistos a menudo como seres de otro planeta, locos que viven en las nubes y sueñan con un mundo mejor, cuya sonrisa perenne invita a pensar que hasta se creen mejores personas. Katrine Camilleri, abogada de 37 años, dirige el Servicio Jesuita a Refugiados en Malta (www.jrs.net), «única institución que los atiende de manera integral» en su país. «Si nosotros no vamos a los centros de detención, si no les damos asistencia legal, nadie lo hará. Nuestro Gobierno se la niega».


Galardonada por ACNUR con el premio Nansen 2007 por «su excepcional servicio» a los refugiados, Camilleri ha participado en unas Jornadas de Orientación y Compromiso Solidario (www.entreculturas.org) organizadas por la Universidad de Comillas y sí, es de las que sueña con que, «por supuesto, es posible un mundo mejor», pero no tiene nada de alocada. En su sensatez, admite que hay otras perspectivas aparte de la suya, que hay quien «tiene motivos para ver el mundo de un modo diferente». Pero algunos que no comparten su visión del problema de la inmigración y el derecho de asilo le quemaron el coche y prendieron fuego a la puerta de su casa mientras ella y sus hijas pequeñas estaban dentro. Aun así, no se siente «perseguida». No le resulta fácil no entenderles; «tampoco no ser comprendida, pero forma parte del trabajo».


Aunque, claro, esa postura tan generosa retrotrae a la idea de que sí, que esos de las ONG están fuera de la realidad. Y la eterna sonrisa en su gesto apoya la tesis, pero hay un motivo. «Si pierdes la ilusión por esta lucha, tienes que dejarla». Eso sí, Camilleri admite que su trabajo es sólo un parche. «Yo resuelvo problemas pequeños, uno por uno, y sé que no estoy poniendo nada en la solución del problema principal, pero es posible crear un mundo más justo».


Pregunta. – ¿Y estamos dando pasos hacia la solución del problema?


Respuesta. – ¡Buf! Es muy difícil decirlo. Y creo que no… en muchos sentidos, no. Pero en alguno sí. Al fin y al cabo, mucho depende de la voluntad individual, no me refiero sólo a la de los políticos, sino a la de la calle. Casi todo depende de que cada uno crea que se puede lograr.


P. – Ese ha sido el camino de los ecologistas. Ahora se ganan elecciones con el cambio climático… ¿quizá algún día los problemas de las personas sirvan para lo mismo?


R. – Esa es una buena pregunta [risas]… Sería muy feliz si ocurriese. Si la gente toma conciencia de que este problema les puede afectar, podría pasar. Debemos entender que defender los derechos humanos de otras personas no es sólo defender a esos otros, es defenderse a uno mismo. Tiene que ver con nosotros, con la democracia, si creemos en ella, con nuestros propios derechos. Porque si enterramos las estructuras que protegen los derechos humanos de otros, acabamos con las estructuras que nos defienden a nosotros. Debería ser un asunto electoral.


P. – Pero aún sólo cuenta el clima.


[La joven y risueña abogada maltesa se enfada, y mucho, porque entiende la insinuación de que cuenta más una nube más o menos que un inmigrante muerto en patera. La pulsera que lleva en la muñeca izquierda no deja de golpear la mesa.]


R. – Se trata de proteger lo nuestro, ¿no?, nuestra comodidad. Pero el problema no se soluciona matando al refugiado o al inmigrante, eso es una simplicidad bestial. Aunque a la gente le cueste entender que a otros que viven al sur de ellos los matan, o los persiguen, o no tienen cómo alimentar a sus hijos… es difícil de entender, pero eso pasa. Y a la gente le llegará a asustar saber que todas las previsiones dicen que la subida del nivel del mar puede causar el desplazamiento de millones de personas.


P. – ¿Se lleva sus ilegales a casa?


R. – [Suspiro] A veces. No es fácil olvidarlos. Con tanto trabajo que da, con tanto que te implica.


P. – ¿Duerme bien usted?


R. – A veces, no. Pero has de protegerte de eso, porque si no, no podrías seguir en esto.


P. – ¿Qué ve en sus ojos?


R. – Cada uno necesita algo diferente. Pero lo que todos anhelan es la protección que les falta. Un refugiado necesita la protección cuya falta le ha hecho ser refugiado. Los que están detenidos, lo que necesitan es la libertad. Desesperadamente. La frase que siempre oigo en los centros de detención es: ‘necesito libertad’. Algo así como ‘primero la libertad y luego hablamos…’ Pero lo que creo que precisan de verdad es que se les dé esperanza y amistad. Para eso no hace falta un profesional como yo, eso lo puede dar cualquiera.


P. – Y para eso, usted trabaja en la sensibilización de los niños.


R. – La hostilidad viene de pensar en que el que viene de fuera puede venir a quitarme lo que es mío. Y los estudiantes, con nuestro programa, tienen la oportunidad de conocer a los refugiados, de hablar con ellos, de tener una conversación y oírles hablar de su país, de lo que han dejado atrás, de lo que han sufrido por hacerlo. El contacto, la relación personal tiene un gran poder para romper los muros del miedo, porque es el miedo lo que nos hace percibir al otro como una amenaza…


P. – ¿Cómo digiere un sistema que crea la Unión Europea o la ONU, instituciones con discursos bienintencionados, pero que albergan a los mismos países cuyos políticos son hostiles con gente como usted?


R. – Es muy difícil proteger los derechos humanos y al tiempo cumplir con las obligaciones de un político del primer mundo. Creo que la UE va por el buen camino. Pero una cosa es aprobar directivas y otra aplicarlas. Aunque el coraje que ponen las instituciones europeas en, al menos, poner sobre el papel los mínimos derechos de los refugiados es positivo…


P. – Sin embargo, una política de la UE es pagar a países frontera (Marruecos, Argelia, etc.) para que ellos contengan la inmigración.


R. – Sí, creo que ésa es la tendencia, empujar la frontera hacia el sur. Y ése es el gran debate. En vez de invertir en el desarrollo de esos países de Africa, lo que se hace es darles dinero para que sean el parachoques de Europa. Pero eso no es justo, allí no hay derechos humanos. Así, sólo se acrecientan los problemas de estas personas, que no han venido porque Europa sea muy bonita, sino porque no pueden vivir con dignidad en su propia casa. Enfocarse en el control de fronteras es ignorar el verdadero problema, es construir una presa, como si fuesen un río caudaloso que contener. Es una enfermedad y hay que atacar a las causas, no a los síntomas, no a la gente.

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