"Si no me contratas, puede pasar algo malo en la obra"

Los patriarcas coaccionan a sus víctimas hasta conseguir el dinero

Las Provincias, ENRIC FAUBEL, 16-12-2007

Las coacciones de los patriarcas disfrazados de hombres de negocios suelen ser efectivas porque los constructores quieren evitar a toda costa los robos en sus obras.

LAS PROVINCIAS sorprendió el viernes por la mañana a un presunto extorsionador cuando esperaba a una víctima en un lugar acordado por las dos personas en Valencia. El supuesto chantajista se desplazó ex profeso desde Madrid para negociar el dinero que tenía que pagar el empresario.

El individuo se suele presentar en las obras al volante de un BMW de alta gama y con asientos forrados de cuero. Elegante, alto y corpulento, este hombre de unos 40 años de edad infunde respeto. Algunas veces le acompaña una mujer rubia.

“Me dijo que esta zona la llevaba él, y que si no contratábamos sus servicios podría pasar algo malo”, afirmó el encargado de una obra.

“Luego comentó que en ese mundillo se conocen todos y él sólo tenía que hablar con unas personas y ya no tendríamos problemas”, añadió el trabajador.

Pero en esta ocasión, el extorsionador no se salió con la suya porque la víctima no cedió al chantaje e informó de las amenazas a la dirección de su empresa.

Sin embargo, la constructora se vio obligada a contratar a un vigilante de seguridad para evitar posibles robos en el edificio en construcción. Estos hechos sucedieron en una población de la comarca del Camp de Túria.

En la misma localidad, dos individuos de etnia gitana se presentaron el pasado mes de octubre en otra obra para pedir trabajo. El encargado les explicó con buenas palabras que no tenía faena para ellos, pero los hombres insistieron.

“Se pusieron muy pesados y al final les dije que afilaran unas brocas para quitármelos de encima”, señaló el jefe de la obra. Días después regresaron con las herramientas afiladas y exigieron el pago de 4.000 euros por el trabajo realizado, una faena por la que se suele cobrar unos 50 euros.

“Lo de afilar las brocas es una excusa para luego chantajearte”, aseveró el encargado. “Montaron un número, nos amenazaron y al final mi empresa llegó a un acuerdo amistoso con ellos para que nos dejaran en paz. Les pagaron 2.000 euros para zanjar el asunto”, añadió.

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