Kosovo y Neguri

Diario de Navarra, IÑAKI IRIARTE LÓPEZ ES DOCTOR EN SOCIOLOGÍA Y PROFESOR TITULAR EN LA UPV, 12-12-2007

E S ya seguro que la provincia de Kosovo va a independizarse de Serbia con el beneplácito de Estados Unidos y la Unión Europea. Para el que suscribe, ese apoyo consagra, en la práctica, el derecho a la autodeterminación de cualquier entidad administrativa, por pequeña que sea. La que ya deberíamos considerar nuestra patria, Europa, comete el error histórico de renunciar a promover una democracia en la zona para colaborar en la creación de otra etnocracia: habrá ocasiones de sobra para lamentarlo.

No es la primera vez que se produce un desastre de este tipo. Ya en 1919, el presidente norteamericano Wilson impuso a la devastada Europa un plan de paz basado en la autodeterminación para resolver el problema de los nacionalismos, que había causado la Primera Guerra Mundial. Conforme a ello, los pueblos, las etnias, decidirían en referéndum a qué Estado querían pertenecer. ¿Por qué era tan terrible un principio a primera vista tan razonable? Por dos razones. En primer lugar, porque sustituía el principio de igualdad entre los ciudadanos, – la conquista básica de la Revolución Francesa – , por otro donde se primaban las diferencias étnicas entre ellos. Se subvertía así la base de la democracia, que exige que cada ciudadano deje de ver en los demás a “católicos”, “nobles”, “judíos”, “gitanos”, etc., para ver simplemente “conciudadanos”, iguales a él en dignidad, derechos y deberes. Es entonces y sólo entonces cuando tiene sentido apelar a la voluntad de la mayoría como criterio de gobierno. En segundo lugar, el principio de autodeterminación era funesto porque, en un continente tan viejo y complejo como Europa, el mapa de las etnias se parece a un calidoscopio, en el que cuantas más vueltas se le dé más y más identidades aparecen. ¿Cuántos pueblos, hay, por ejemplo en Francia? ¿Cinco – catalanes, franceses, vascos, corsos y bretones – , como se reflejaba en muchos atlas étnicos de principios del siglo XX? ¿Y qué pasa con los picardos, alsacianos, saboyanos, normandos, gascones, occitanos, bearneses, etc.? ¿Cómo decidir cuándo estamos ante una mera denominación histórica o administrativa y cuándo ante una nación? Por otro lado, ¿cuáles son los límites de cada identidad? ¿Son los descendientes de inmigrantes magrebíes un pueblo, son franceses o meros apátridas?

En el fondo, y como reconocen muchos nacionalistas, un pueblo o una nación no se define por la raza, la lengua ni el folklore, sino por la conciencia. Es, en otras palabras, cuestión de sentimiento, algo profundamente subjetivo. Por eso mismo, las diferencias entre etnias son diferencias entre sentimientos y, como tales, imposibles de solventar racionalmente. Si a esto se añade el hecho de que muy a menudo diferentes identidades conviven en un mismo territorio y compiten por administrar unos mismos recursos, se comprende cuán peligroso resulta organizar la convivencia a partir del principio de autodeterminación y cómo éste, de hecho, lejos de traer la paz provocó la siguiente contienda mundial y, de rebote, las terribles guerras balcánicas de finales del siglo XX.

Casi noventa años después del plan de Wilson, el derecho a la secesión de Kosovo, bendecido ahora por la UE y EE UU, reabre una caja de Pandora difícil de cerrar. Porque, en efecto, si Kosovo tiene derecho a independizarse, ¿por qué no lo iba a tener también el País Vasco? Y si lo tiene el País Vasco, ¿por qué no Álava o Treviño? Y, en último extremo, ¿por qué no Neguri? Si basta aducir una conciencia, un sentimiento, para ser reconocido como sujeto político, ¿por qué no crearse una a medida? Por lo demás, ¿qué sucederá cuando en un mismo bloque de casas o en una misma familia unos tienen una conciencia nacional y otros otra? ¿Cómo se resolverá qué derecho impera en cada casa o portal? ¿A tortas, como sugirió en su día Ibarretxe? ¿Y qué se hace con quienes no tienen clara su pertenencia a ninguna etnia? ¿No sería mejor dejar de obsesionarnos con “particularidades culturales”, “especificidades históricas” y demás fórmulas hueras y centrarnos en lo que nos une, iguala y permite el progreso?

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)