ROMANO PRODI / Primer ministro de Italia

«Si no transmitimos severidad respecto a la inmigración, aumentará el racismo»

El Mundo, IRENE HDEZ. VELASCO. Corresponsal, 05-12-2007

Muchos vaticinaron su inmediata caída desde el mismo momento en que asumió el cargo. De eso hace ya más de año y medio, y el jefe del Gobierno, que hoy se reúne con Zapatero en Nápoles, continúa defendiendo una coalición que reconoce «complicada». Sostiene que hará lo posible por concluir su mandato Romano Prodi y José Luis Rodríguez Zapatero se verán hoy las caras. Será en Nápoles, dentro de la cumbre bilateral italo – española que reunirá a los jefes de Gobierno de ambos países y a sus ministros de Asuntos Exteriores, Defensa, Justicia, Industria y Fomento. Pero antes de ese encuentro, Romano Prodi accedió a mantener con EL MUNDO esta entrevista.


Pregunta. – Muchos pronosticaban que su Gobierno sólo sobreviviría algunos meses y ya lleva más de un año y medio…


Respuesta. – Siempre he tenido confianza en este Gobierno y en esta coalición porque antes de las elecciones habíamos trabajado mucho en el programa. Es verdad que es una coalición complicada, pero también es capaz de afrontar los problemas y de tomar decisiones. Tomar decisiones es lo importante de un Gobierno. Por otra parte, quizás por mi carácter, no tengo ningún problema en superar los periodos de dificultades. Es algo a lo que estoy habituado.


P. – ¿Pero no tiene que hacer equilibrios para mantener unida una coalición tan amplia y compuesta por partidos tan diferentes?


R. – La democracia consiste en eso. Mantener unida una gran coalición no es muy diferente de mantener unido un solo gran partido, donde muchas veces existen corrientes enormemente alejadas. Exige más tiempo de mediación, pero el trabajo es el mismo. Lo que complica el escenario es que en el Senado tenemos una mayoría muy reducida, lo que hace que las normales divergencias sobre asuntos puntuales se conviertan en una situación de riesgo. Ese es nuestro verdadero problema. Por lo demás, yo creo que una democracia madura y moderna debe ofrecer a los aliados más extremistas la posibilidad de participar en la vida política del país. Considero que es algo que forma parte del proceso de homogeneización y maduración de una democracia. En ese sentido me siento llamado a cumplir no una misión, eso son palabras mayores, pero sí un deber histórico.


P. – Pero no hay mes en el que no se desate una crisis en el Gobierno y que los periódicos no escriban que está a punto de caer…


R. – Sí, de acuerdo. Pero, el hecho de que todos los días los periódicos publiquen que el Gobierno hace aguas y luego nunca las haga, ¿no le genera dudas sobre que el problema no sea tanto del Gobierno como de los periódicos?


P. – ¿Quiere decir que los medios de comunicación no están informando correcta e imparcialmente de la situación?


R. – Déjeme primero que le confiese que soy un hombre sereno. Acabo de anunciar que ésta será mi última legislatura y lo he hecho todo en la vida: he sido primer ministro de Italia, presidente de la Comisión Europea… Estoy tranquilo. Esas críticas obviamente no me agradan, pero tampoco me turban. Y lo que he hecho es analizarlas. Son críticas que sistemáticamente se concentran en pequeños episodios y que sólo ven el árbol, no el bosque. No les interesa que una ley sea finalmente aprobada, que este mes vayamos a aprobar normas que cambian radicalmente la vida de Italia, que reforman el sector del trabajo, las pensiones, las políticas familiares, la fiscalidad de las empresas… Pero ya le digo que personalmente jamás me he sentido agobiado por las críticas.


P. – ¿Cree que detrás de las críticas de los medios de comunicación hay una estrategia política?


R. – En buena parte sí. Aparte de que la costumbre actual de los periódicos y de la televisión es de gritar por todo. Hace 30 años, en la prensa italiana no se veía jamás un titular a toda página. Y ahora se ha convertido en algo habitual. No hay noticias grises, todo es blanco o negro. Uno se acaba habituando a estos chillidos y llega un momento en que ni siquiera los oye. Una parte de todo esto tiene obviamente un trasfondo político. No me cabe ninguna duda. Por otro lado, un Gobierno debe acostumbrarse a tener a la prensa en contra, es la función de los medios de comunicación.


P. – Pero no me diga que espera concluir la legislatura…


R. – Yo estoy aquí para concluir la legislatura y estoy haciendo todo lo posible para que así sea. Si caigo no será por problemas internos en el Gobierno, porque ahora el acuerdo entre nosotros es bueno. Pero es cierto que si intervienen cuestiones relacionadas con la reforma de la ley electoral u otros elementos externos, sin duda pueden zarandear al Gobierno. Siempre puede ocurrir eso. Pero desde el punto de vista de la coalición, ahora hay mucho más consenso que hace algunos meses.


P. – ¿Estaría dispuesto a sacrificar su Gobierno a cambio de una reforma de la ley electoral?


R. – Yo sólo espero que pronto tengamos una ley electoral nueva. La ley actual fue definida como «una cerdada» por la persona que la hizo [Roberto Calderoli, ministro de Reformas de Berlusconi], lo que deja claro que fue hecha para que tuviéramos inestabilidad de Gobierno. Mi objetivo es que se reforme la ley electoral y que venga acompañada de cambios institucionales indispensables, entre los que se encuentra el pasar del bicameralismo al monocameralismo, porque el que haya dos Cámaras que deban votar la misma cosa ralentiza la actividad legislativa; disminuir el número de parlamentarios, transformar el Senado en un Senado de las regiones, como el Bundestag alemán, y dar más poderes al primer ministro. Todas estas reformas, sobre las que hay un acuerdo general, contribuirían a dar mayor estabilidad política a Italia.


P. – ¿El Partido Democrático, un sueño que usted persigue desde hace 15 años y unirá bajo una sola bandera a Demócratas de Izquierda y a la Margarita, las dos principales formaciones de la izquierda, podrá contribuir también a dar mayor estabilidad política a Italia?


R. – Sí. El Partido Democrático por definición, por su propio interés, ayudará a la estabilidad. El que haya un partido en el centroizquierda (y otro en el centroderecha, según parece) que pretenda superar el techo del 33% de los votos y aproximarse al esquema político de otros países será muy útil para el país y para el Gobierno.


P. – ¿Entonces está a favor de la idea lanzada por Berlusconi de fundar también él un gran partido de centroderecha?


R. – Sí. Que vaya a conseguirlo no lo sé, porque mientras a nosotros fundar el Partido Democrático nos ha llevado 15 años, con pasos delante y atrás, consultas, etcétera, él simplemente se ha subido al asiento de su coche y ha anunciado que haría un nuevo partido, causando tensiones entre sus aliados. Pero si sigue con esa idea de concentrar fuerzas en el centroderecha creo que será útil para Italia.


P. – Hablemos sobre el polémico decreto de seguridad recientemente aprobado en Italia y que permite la expulsión de ciudadanos comunitarios por motivos de alarma social. Muchos opinan que puede provocar una oleada xenófoba…


R. – Cada país en casos extremos, y garantizando siempre los derechos de los ciudadanos, debe poder llevar a cabo expulsiones rápidas. Las expulsiones llevadas a cabo en nombre de este decreto deben ser ratificadas por un juez, lo que supone una garantía. Y por el momento las expulsiones que se han llevado a cabo son poquísimas, como era de esperar por el espíritu y la letra de esta ley. Nosotros no deseábamos expulsiones en masa. Aquí también los medios de comunicación italianos han malinterpretado a sabiendas el contenido de esa legislación. Lo que yo quería era que cuando se verificasen situaciones de especial gravedad y de fuerte daño a la vida de la comunidad se pudiera actuar con gran rapidez, pero dando evidentemente a la persona objeto de esta expulsión la posibilidad de apelar a un magistrado. Actuando con sabiduría, nuestros jefes de Policía han recurrido a este decreto en pocas decenas de casos, no llegan a 200. Al final, esta ley será la mejor garantía contra el racismo, porque si no transmitimos un mensaje de seriedad y severidad respecto a la inmigración, entonces es cuando el racismo aumenta.


P. – Ese decreto fue aprobado con carácter de urgencia después del asesinato y violación de la esposa de un militar por un rumano. ¿No debería haberse hecho con la cabeza más fría, sin ceder a las presiones de la opinión pública?


R. – Mire, yo no he cedido a una emoción cuando he aprobado ese decreto. Además, lo único que ha hecho este decreto es dar ejecución inmediata a un proyecto de ley ordinario que ya estaba ahí. Sólo lo hemos aprobado rápidamente, pero yo no he cambiado ni una línea.


P. – La clase política italiana sufre una crisis de credibilidad, después de las críticas lanzadas contra ella por La Casta, un libro que denuncia los privilegios de los que gozan los representantes públicos italianos, y de las acusaciones vertidas por el cómico Beppe Grillo. ¿Qué opina de esas denuncias?


R. – Yo estoy trabajando para reducir los costes de la política italiana, que es un hecho que cuesta demasiado, sobre todo por el elevado número de personas que viven de ella. Entre la Cámara de los Diputados y el Senado tenemos casi 1.000 parlamentarios, y cada región tiene también sus parlamentarios regionales, cada uno con su gabinete, su oficina, sus consejeros, sus gastos de representación… Y esto es insostenible. Sobre todo si queremos una democracia fuerte y descentralizada. Pero creo que, en sustancia, esta polémica ha sido útil. Respecto a la forma, se han hecho acusaciones muy injustas, se confunden con frecuencia los gastos inútiles con los gastos inevitables, se subestiman esfuerzos de saneamiento que se han hecho… Yo he recibido un país con una deuda pública elevadísima. En 2007, por ejemplo, he pagado 69.000 millones de euros de intereses sobre la deuda pública. Por ahora sólo he logrado no hacerla crecer más, pero no he conseguido hacerla bajar. Si no hubiera hecho eso, no hubiera logrado entrar en los parámetros de Bruselas.


P. – Pero Bruselas no ha dejado de airear críticas contra su política económica…


R. – Bueno, algunos en Bruselas querían que yo hiciera más de lo que he hecho. Mi respuesta ha sido que yo tengo unas obligaciones que respeto, pero que el que gobierna soy yo. He estado en Bruselas, así que sé cómo funciona y cuáles son las reglas. Las reglas dicen que puedo tener un déficit máximo del 3%, y yo estoy cerca de medio punto por debajo. Pero entonces los de Bruselas me dicen que podía haberlo bajado al 2%. Yo me he atenido a las reglas, pero está claro que tengo problemas sociales, problemas económicos y problemas políticos.


P. – El presidente Zapatero ha dejado caer alguna vez que España está en condiciones de entrar en el G – 8 (tras haber superado a la economía canadiense) y que, al ritmo actual, en unos tres años podría adelantar a Italia.


R. – Yo no lo veo próximo. Soy optimista sobre las perspectivas a medio plazo de Italia.


P. – ¿Y considera plausible que el G – 8 se transforme en un G – 9 o un G – 10 para acoger a nuevos socios, entre ellos España?


R. – Por ahora creo que permanecerá estancado en ese número, pero abierto a relaciones con otros países que irán rotando de año en año. Esa es la decisión que hemos tomado: alargarlo, pero no formalmente. Un año, por ejemplo, el G – 8 puede hacer sitio a la India, China o Brasil y otro, a Indonesia y algunos países africanos. Esta es la fórmula que ha sido adoptada y no veo cambios radicales.


P. – ¿Cómo están las 0relaciones entre España e Italia?


R. – Muy bien, tanto política como económicamente. Aunque le suene retórico, no podrían ir mejor. No existen tensiones de ningún tipo, Italia está presente en la vida económica española, España está presente en la vida económica italiana…


P. – Pero la presencia económica de España en Italia es bastante menor que la de Italia en España.


R. – Es menor porque ha comenzado después. Y luego si el Santander vende su participación en el banco italiano Antonveneta y obtiene unos beneficios de casi 3.000 millones de euros no es que no esté presente, es que ha actuado así porque le interesaba. Pero España ha penetrado mucho en la economía de Italia. Telefónica, por ejemplo, ahora es el principal accionista de Telecom Italia. Y España es activísima en Italia en el sector de las grandes construcciones.


P. – Si usted se hubiera encontrado en la situación de Zapatero o del Rey en una cumbre internacional como la de Santiago de Chile, ¿habría defendido a Berlusconi con el mismo vigor con que ellos defendieron a Aznar?


R. – Me habría sulfurado del mismo modo. Y no sólo por solidaridad nacional, sino por dignidad. Habría reaccionado igual. Algunos consideran que el Rey entró en el juego de Hugo Chávez al responder a sus provocaciones, pero yo habría hecho exactamente lo mismo. Creo que era indispensable reaccionar así.


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Entrevista:


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