Los suburbios siguen sin las ayudas prometidas

El Periodico, E. R., 28-11-2007

Tras la crisis del 2005, el entonces primer ministro, Dominique de Villepin, anunció un gran plan de mejora para los 751 barrios sensibles – – el eufemismo utilizado por el Gobierno para aludir a los guetos – – censados en Francia. En total, se prometieron inversiones de renovación urbana por valor de 30.000 millones de euros hasta el 2010. En el presupuesto del 2006, la partida destinada a este efecto fue de 4.000 millones de euros. En el 2007, de 3.700 millones. ¿En qué se ha traducido este dinero dos años después? Pues en nada realmente palpable. Hay proyectos en marcha para demoler y reconstruir edificios – – el plan hablaba de 250.000 nuevas viviendas sociales y la rehabilitación de 400.000 – – pero la mayoría aún no han superado la fase burocrática.
En cuanto al resto de medidas previstas, pocas han visto la luz. Se han aumentado en 100 millones de euros las subvenciones a las asociaciones que trabajan sobre el terreno, se han puesto en marcha programas especiales de educación y empleo para los jóvenes, pero la realidad, tozuda, es que la tasa de paro juvenil en los barrios marginales sigue siendo muy elevada. El porcentaje global de desocupados es del 22%, el doble de la media nacional, y entre los jóvenes de 15 a 24 años la cifra asciende al 42%.
Otras medidas, como la instauración de currículos anónimos – – para evitar la discriminación de las empresas en función del lugar de residencia y el origen inmigrante de los aspirantes – – , han quedado en papel mojado. Las grandes declaraciones de intención de Villepin quedaron superadas por los acontecimientos políticos. Es decir, la larga campaña de las presidenciales de mayo del 2007. La elección de Nicolas Sarkozy al frente de la República cambió las cosas por completo. Pese a pertenecer al mismo partido conservador (UMP), el nuevo presidente no se siente comprometido por las iniciativas de su antecesor.

EL FICHAJE DE AMARA
Hasta el momento, la política de Sarkozy ante la situación de la banlieue ha consistido en realizar un fichaje emblemático en las filas de la izquierda. El presidente nombró secretaria de Estado para la Política de las Ciudades a la presidenta de la asociación Ni putas ni sumisas, Fadela Amara, una mujer de origen magrebí surgida de un barrio conflictivo. En los últimos meses, Amara ha constatado personalmente el malestar que se vive en las zonas depauperadas, donde no siempre ha sido bien recibida.
La presentación, el próximo enero, del llamado plan Marshall prometido por Sarkozy para los suburbios ha generado gran expectación. Amara, que no tuvo ningún empacho en calificar de “repugnante” la medida del Gobierno de incluir los tests de ADN para los inmigrantes que soliciten la reagrupación familiar, quiere simplificar los trámites para que las asociaciones que trabajan sobre el terreno sean más operativas. También quiere acabar con las medidas que contribuyen a estigmatizar a estos barrios. Queda por ver si aplicará los planteamientos de Sarkozy sobre la discriminación positiva para facilitar la integración de los inmigrantes, algo hasta ahora inconcebible en un Estado que prohibe toda estadística que implique clasificar a los ciudadanos por su color o su país origen.

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