Sarkozy acude a apaciguar los suburbios

Los alborotadores disparan con escopetas contra la policía en las afueras de París

Las Provincias, FERNANDO ITURRIBARRÍA, 28-11-2007

Nada más regresar de una visita oficial a China, Nicolas Sarkozy va a asumir hoy en persona la gestión del estallido de violencia en suburbios de París que su Gobierno trata de controlar con refuerzos policiales y un discurso de firmeza tras los estériles llamamientos a la calma iniciales. El presidente francés impartió desde Pekín la consigna de aislar a los francotiradores que abrieron fuego con carabinas y escopetas contra las fuerzas del orden, que registraron en su filas algunos heridos por perdigones o postas.

Ayer, por tercera noche consecutiva, grupos de jóvenes incendiaron vehículos en barriadas de las afueras, pero los disturbios fueron menos intensos que en las dos días anteriores.

Por lo menos uno de los 82 policías heridos en la segunda noche de disturbios consecutivos en seis arrabales conflictivos del extrarradio de París tenía incrustada en el hombro munición de plomo habitual entre los cazadores. Fuentes oficiales reconocieron que un francotirador fue visto con una escopeta de un calibre que, “a escasa distancia, puede causar destrozos”. Los sindicatos policiales denunciaron “el uso de armas de manera repetida y la acción de grupos que intentaron dar fuego a coches patrulla con los funcionarios dentro”.

Algunos observadores opinan que el actual brote de violencia es más virulento que el registrado en el otoño de 2005, cuando los guetos étnicos ardieron durante 25 días en todo el país. Aunque se olvida que también hubo alguna emboscada a tiros contra la policía, lo cierto es que en tan sólo dos noches más de 120 policías han resultado heridos, lo que supone ya la mitad de las bajas registradas entonces en las filas de las fuerzas del orden.

El alcalde socialista de Sarcelles, uno de los escenarios de las algaradas, consideró que la situación es “peor que hace dos años”. “Entonces atacaban los bienes, ahora atacan a las personas. Se ha subido un grado. Es impresionante y dramático”, dijo François Pupponi.

“Es la guerra civil. Queman todo”, clamaba en el diario Le Parisien una habitante de Villiers – le – Bel, localidad en la que la muerte de dos adolescentes en un accidente de tráfico con la policía fue la chispa que el domingo prendió el polvorín. “No me atrevo a salir de casa, ni siquiera a abrir la ventana”, lamentaba la señora. Por la tarde, en una confirmación a sus temores, uno de los agitadores pregonaba en el vespertino Le Monde: “No es cine, es la guerra”.

Tras recibir las instrucciones presidenciales desde Extremo Oriente, el primer ministro, François Fillon, endureció el tono hacia los alborotadores. “Los que disparan a los policías, los que han agredido a un comisario casi a muerte, son criminales y deben ser tratados como tales”, proclamó en la sesión de control parlamentario.


Muertes instrumentalizadas

En su particular revista al catálogo de horrores del París suburbial en llamas, Fillon se preguntó “¿cómo se puede aceptar que sean incendiados una escuela y una biblioteca o que se destruyan empresas?”. “Las violencias que se han producido son inaceptables, intolerables e incomprensibles”, sentenció el jefe del Gobierno mientras su ministra del Interior, Michèle Alliot Marie, denunció la acción de “grupos que intentan instrumentalizar” la muerte de dos adolescentes para actuar como “bandas organizadas”

Ambos gobernantes están citados a la reunión al más alto nivel convocada por Sarkozy en el Elíseo a su regreso de China. También asistirán las titulares de Justicia, Rachida Dati, y de Política Urbana, Fadela Amara, dos ministras de origen magrebí como los dos muchachos fallecidos. El jefe del Estado desea recibir a los familiares de las víctimas. Pero los parientes de Moushin, de 15 años, y Larami, de 16, dudan en aceptar la invitación.

Mientras la Fiscalía de Pontoise confirmó que el examen de los vehículos y las constataciones de las autopsias corroboran la tesis del accidente. Además, la transcripción de las comunicaciones de policía y bomberos y la verificación de sus horarios demuestran que los servicios asistenciales llegaron a los diez minutos de ser avisados.

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