"Llegué a sentir que no hacía lo suficiente"

El Periodico, NÚRIA NAVARRO, 16-11-2007

El elogio de Tutú

Hija de un relojero judío de Lituania, Nadine Gordimer (Springs, Suráfrica, 1923), empezó a escribir relatos a los 9 años y tomó conciencia del apartheid poco tiempo después. En 1953 abordó el tema de la segregación racial en La suave voz de la serpiente, y ya no lo abandonó. La autora de El conservador recibió el Premio Nobel de Literatura en 1991, y Desmond Tutu dijo: “Es tan pequeña que se puede guardar en el bolsillo trasero del pantalón, pero es una gigante en todos los demás aspectos”.


– – ¿La Suráfrica sin apartheid ha resultado ser como la soñó?
– – Tenemos quizá la mejor Constitución del mundo. No solo garantiza los mismos derechos a todos, sino que protege contra los prejuicios de género. Y la vivienda no está segregada – – la clase media negra vive en los mismos barrios que la blanca – – , aunque hay miles de pobres que no pueden salir del gueto. Sencillamente no se lo pueden permitir. Es una cuestión económica. ¿Aquí no hay gente que vive en infraviviendas?

– – Más de 270.000 personas.
– – Nosotros somos unos 46 millones de ciudadanos, pero tenemos a cuatro millones de personas que han venido de Zimbabue. Nuestra frontera es demasiado larga y no se les puede mantener fuera. La cruzan ilegalmente. ¿Imagina las tensiones que eso genera? Además, inauguramos la libertad hace solo 14 años. ¡No ha pasado ni una generación! Y los blancos conservan desde el pasado polideportivos, escuelas, clubes, edificios fantásticos. Los negros, no.

– – ¿Nunca pensó en marcharse, como Coetzee, el otro Nobel?
– – Durante la lucha contra el apartheid hubo momentos en los que llegué a sentir que no hacía lo suficiente. Además, prohibieron tres de mis libros y hubo otras cosas de las que no quiero hablar…

– – ¿Recibió amenazas?
– – Digamos que mi marido y yo corrimos muchos riesgos. No vivíamos la vida de los blancos. Infringíamos la ley continuamente. Nuestra casa estaba llena de gentes de todos los colores. Escondimos a muchos…

– – ¿Por qué no quiere hablar de todo esto?
– – Porque otras personas sacrificaron mucho más que nosotros. Tengo amigos cuyas familias quedaron rotas. Gente que se consumió en la cárcel. Yo creo que un verdadero revolucionario deja a un lado su vida, por completo, y yo no lo hice. Acepté las limitaciones. Pero creo que me gané el derecho de ser africana. Y cuando votamos en 1994 todos juntos, blancos y negros, lo sentí como un triunfo.

– – Frederik de Klerk siguió pescando en su granja.
– – Él y muchos otros… ¡Que no se los cargaran ni les forzaran al exilio me parece algo maravilloso! Demuestra el grado de tolerancia de la población africana.

– – A lo largo de esta ominosa historia, tuvo la escritura como arma.
– – Yo no hablaría de arma… Para mí, escribir es explorar el significado de la vida. En la época del apartheid exploré la opresión y, una vez lograda la libertad, indagué cómo llevarla a la práctica, cómo manejar la carga psicológica que arrastramos todos.

– – ¿Quién le enseñó la importancia de la conciencia?
– – Es algo que llevaba dentro. Me di cuenta muy pronto de que algo no funcionaba a mi alrededor. ¿Por qué por ser blanca tenía que ser racista? A los 18 años vi que tenía más en común con los jóvenes negros que con los blancos de mi comunidad.

– – Eso y más reconoció el Nobel. ¿Le ha cambiado la vida el premio?
– – No. Bueno… El Nobel te da una voz. La gente se pone al teléfono y eso tiene su utilidad. Un día le pedí a 20 escritores – – García Márquez y Saramago, entre ellos – – que me cedieran relatos gratis para recaudar fondos para la lucha contra el sida, otro de los grandes males de este siglo. Y me los mandaron todos. Fantásticos.

– – No se da tregua, ¿verdad?
– – Los escritores somos como los directores de orquesta. Mientras puedes sujetar la batuta…

– – No suele entrar en la partitura del conflicto árabe – israelí.
– – ¡Son tantos los conflictos!

– – Es usted judía.
– – Soy africana, una africana de piel blanca, y soy atea.

– – El de Oriente Próximo no es un choque religioso.
– – Es un asunto del que prefiero no hablar. Una vez dije algo que me hizo impopular entre los israelíes…

– – ¿Qué dijo?
– – Que el Estado de Israel no tendría que haber existido.

– – Es comprensible la impopularidad.
– – En realidad, si existe es porque el antisemitismo europeo alimentó la idea de la necesidad de tener un país. Dicho esto, apoyo plenamente la aspiración de los palestinos a su independencia. Pese a que en la antigüedad palestinos y judíos vivieron juntos, creo que la solución pasa por la existencia de dos estados. Pero me preocupan más cosas, ¿eh?

– – Adelante.
– – Últimamente he leído a autoras musulmanas, muy valientes, que denuncian la dominación masculina. En Suráfrica hay una gran comunidad musulmana procedente de la India… Cuando voy al súper y me encuentro a una de esas chicas tapadas hasta los ojos me entran ganas de decirle: “¿Te avergüenzas de algo para ocultarte de esta manera? Quítate eso y mira con libertad”.

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