No para. Y no sólo de leer y escribir, sino de hablar. Será porque se hace muchas preguntas que terminan inspirándole muchas novelas. El café se le queda frío y hasta en la taza hay una curiosidad: «¿Qué bebían antes de que trajeran el café de América? ¿Infusiones? Sí, pero, ¿de qué hierbas?», cavila. «¿Cómo se lavaban los dientes en el siglo XIII? Mira, eso sale en ‘Shakespeare in Love’: con regaliz de palo», se ríe. «¿Llevaban las mujeres pendientes? En los retratos nunca se les ven, y sin embargo cuando lees una novela histórica te sueles encontrar con la palabra ‘zarcillos’, que es muy bonita, pero…».

Así va hilando sus argumentos Toti Martínez de Lezea, una enamorada de la novela histórica y de la Historia misma desde que tenía 15 años, que publica ahora ‘El jardín de la oca’ (Maeva). La protagonista, sí, es la oca del juego. Sobre lo que significa el tablero hay muchas interpretaciones, y muy golosas. Varios personajes que se cruzan en el Camino de Santiago aportan la suya.

– Mucha gente coincide en este camino.

– Hay un herbolario musulmán, un médico judío, un renegado de la Iglesia excomulgado, un pagano agote, un templario. Todos estaban allí, en el Camino de Santiago, y no buscaban cosas extrañas ni griales. Era una ruta importante con mucho tráfico y mucha gente, una gran vía de comunicación.

– ¿Qué tiene que ver la ruta con el juego de la oca?

– Unos creen que el tablero es un plano de las encomiendas templarias, otros algo esotérico, de adivinación, el inquisidor ve una interpretación del apocalipsis. Hace tiempo que se habla de la relación entre el Camino y el juego de la oca. La última casilla es Santiago. La espiral tiene su significado esotérico medieval, el nacimiento y la muerte. Mira, empieza en el uno y acaba en el 64. 6 y 4 son diez; y 1 y 0, 1. O sea, que acabas en el mismo sitio. También es símbolo de fertilidad y… Uf, hay de todo.

– ¿Y por qué ocas?

– Pues no lo sé. En realidad la oca es un animal muy poco mitológico. Resulta que este camino es también de migración de aves y que a lo largo de él hay muchísimas localidades que tienen una oca en su nombre.

Tolerancia

- Como en otras novelas suyas, aquí aparecen las tres religiones monoteístas en convivencia.

– En el siglo XIII había en los reinos de España una tolerancia que asombra, un respeto total. Los judíos y musulmanes podían comprar, vender, moverse. Es la época de la Escuela de Traductores, de filósofos y científicos y de intercambio de saberes, de construcción, algo que luego desaparece. Y hasta hoy.

– ¿El respeto es también para usted una guía literaria?

– Entiendo que tiene que ser así. Yo no tengo por qué meterme con las creencias de los demás, ni coartarlas. No señor. Que cada uno piense y crea lo que quiera y con todo el respeto. Esta falta de tolerancia que tenemos en lo religioso, político y social, esta discriminación y racismo, no tienen sentido, porque nadie elige el lugar de nacimiento. No hemos hecho ni mérito ni esfuerzo ni oposición para nacer blancos y cristianos.

– ¿Qué representan estos personajes?

– El ex inquisidor, la intolerancia total y absoluta. Pero bueno, estaba loco. Un personaje así da mucho juego, bastante más que uno bueno y honesto. Éste es el único de la novela que existió de verdad. Se dedicó a quemar cátaros en el norte de Francia y fue tan malo, tan malo, que lo echaron. Lo excomulgaron y él intentó entrar en un convento franciscano, pero no pudo. Terminó diciendo que el Papa era el Anticristo… No se sabe cuál fue su final, así que para mí.

– ¿Y el médico judío?

– La equidad. La tolerancia que no tiene el otro. Como el herbolario musulmán. Se entienden perfectamente por encima de religiones y de clases. Se sienten castellanos y se entienden sin renunciar a nada. Les interesa la persona. Esa es la ida de la novela.