Unos 2.000 inmigrantes asiáticos esperan en la capital para embarcar en barcos chatarra hacia Canarias

Guinea-Conakry, nueva puerta a Europa

CARLA FIBLA - Conakry. Enviada especial

La Vanguardia, , 14-11-2007

Los inmigrantes asiáticos pagan a las mafias unos 1.500 euros por un trabajo y una vida digna
Más de 2.500 kilómetros al sur de las islas Canarias, desde las tropicales playas de la costa del golfo de Guinea hasta el puerto de Kanssar (situado 350 kilómetros al norte de la capital), unos 2.000 inmigrantes de origen asiático, según fuentes diplomáticas europeas en Conakry, una cifra que las autoridades guineanas rebajan a 500, esperan a que el traficante de seres humanos les dé la señal y puedan subirse a uno de los destartalados barcos en desuso de origen griego, ruso o coreano custodiados por militares en el puerto de la ciudad o que aguardan anclados en las rías de las islas Kassa, Rum o Fotoba.

Como ocurre en El Aaiún, la capital administrativa del Sahara Occidental, recorriendo las calles de Conakry es difícil imaginar que centenares de inmigrantes asiáticos están escondidos en al menos 10 edificios de la ciudad. Alquilan en barrios de las afueras de Conakry como Kaloum, Madina, Lambayi, Kipe o Matoto, o se mezclan entre los indios que se alojan en el hotel Majote, reservado para asiáticos. Discretos y desconfiados explican que llegaron a Guinea para trabajar y que luego se sintieron engañados. Pagaron una media de 1.500 euros para conseguir un trabajo en África y una vida digna.

En el barrio de Kipe, junto al ordenado y pintado edificio que alberga el Liceo francés en Conakry hay una insalubre vivienda de una planta. Desde sus ventanas, la azotea o el descuidado recinto de jardín donde se amontona la basura salen decenas de inmigrantes, la mayoría proceden de Punjab, en la región de Cachemira. Mientras unos preparan la comida, otros contemplan ociosos la vida de sus vecinos y casi nadie se atreve a hablar. “Hemos venido a trabajar. Llegamos en avión desde Arabia Saudí”, explica uno de ellos con extremo celo para no desvelar ningún detalle sobre la mafia que les mantiene en el caserón. Algunos reconocen con monosílabos que intentaron llegar a las islas Canarias pero que fueron localizados y devueltos a Guinea. En cambio, desde el modesto restaurante situado enfrente de la gran casa, explican que “cada cierto tiempo, de dos a tres meses, llega el de la mafia y hay movimiento”. Al otro lado de la avenida, una vecina de los asiáticos asegura que llevan “al menos cuatro años ocupando la casa, que van cambiando a la gente”.

El carácter apacible de los emigrantes y de los propios guineanos hace que no existan conflictos ante estas prolongadas esperas para llegar a Europa. Los emigrantes salen a buscar comida a un supermercado cercano, pasan las horas en una reclusión voluntaria en la casa e intentan ser casi invisibles.

La ruta de migración clandestina hacia las islas Canarias desde Guinea está abierta y muy activa. Según fuentes oficiales guineanas, desde enero de este año se han interceptado cuatro grandes barcos. En el vigilado gran puerto comercial de la capital los militares custodian viejos barcos localizados en viajes fallidos de emigrantes asiáticos. Al principio de uno de los pasillos, junto a al menos otros doce barcos sospechosos, aparece el casco azul del Happy Day, y dentro, dos tripulantes georgianos bloqueados en Guinea desde que el pasado 11 de abril fueron obligados a desembarcar en Kanssar a 240 emigrantes asiáticos, tras ser localizados por el Frontex.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)