M2 / CRIMEN EN LEGAZPI

Angeles del abismo

El Mundo, Eugenia Rico, 12-11-2007

En el Metro de Madrid se ha muerto para siempre un joven de 16 años. Ya no importa si era un skin head o un red skin. Fascistas y antifascistas usan los mismos ataúdes. La juventud busca la muerte porque se cree inmortal. Jóvenes sin padre buscan un sustituto a la figura del macho tradicional. El hombre no ha hecho su revolución. No es tiempo de héroes. No hay grandes líderes políticos y en muchas familias la figura del padre es la gran ausente.


Los jóvenes buscan los valores básicos masculinos en las bandas que les ofrecen un espejismo de autoridad y un falso modelo de masculinidad. Esto podría explicar tanto los suicidas islámicos nacidos en Occidente, en familias donde el padre no era capaz de encarnar los valores masculinos, como los latín kings y los skins heads de Vallecas. La figura del padre es la que tiene que canalizar la rabia interior, el descontento básico que los jóvenes tienen contra el sistema, porque son hormonalmente rebeldes sin causa y muchas veces rebeldes con causa. La integración social es difícil. No es posible independizarse por los altos precios de la vivienda. No hay trabajo o no hay el trabajo que se busca y tienen la sensación de que los inmigrantes no sólo les han quitado un puesto de trabajo, sino, sobre todo, han hecho que el mismo trabajo se pague y se respete menos.


Los derechos de la clase obrera conseguidos tras una lucha de siglos se pierden, ahora, mediante un dumping social a merced del cual los jóvenes tienen que aceptar condiciones de trabajo que sus mayores no hubieran aceptado. Así es como va subiendo la rabia desde la parte geográficamente más baja de Madrid, a nivel del río donde estaba antes el corazón proletario del Mercado Central de Abastos.


Allí hubo una vez un ecosistema de billares y cines de barrio que canalizaban la rabia de los jóvenes y ahora hay un gran vacío. Se buscan héroes con urgencia y se necesitan villanos a los que culpar de los males de los que uno mismo no puede culparse. Los skins con su estética paramilitar y sus cortes al cero surgieron como reacción ante el movimiento neohippy, sus melenas y sus flores. Muy pronto surgió también la versión roja, los skins a los que les gustaba esta estética pero que se consideraban antifascistas. Los extremos se tocan, porque para un skin no es tan importante lo que defiende, sino cómo lo defiende.


Como cuenta Maurilio de Miguel que le dijo en la cárcel uno de ellos: «Los skins somos los últimos que matamos por una idea». Aunque, al final, el skin a través de la banda esté buscando al padre ausente y, como todos en Madrid persiga el sentido de la vida a través de túneles oscuros. No es casualidad que el crimen tuviera lugar en el Metro que es el lugar por donde en la ciudad transitan los círculos del cielo y el infierno: las tripas de Madrid al descubierto.


Eugenia Rico es escritora y autora de «El otoño alemán».

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