Un chaval de 16 años murió ayer tras ser apuñalado en una reyerta en la estación del Metro de un populoso barrio de Madrid. A la terrible tragedia se suma en este caso la gran alarma social provocada por cómo se produjeron los hechos. Un grupo de jóvenes de ideología neonazi se enfrentó a otro antifascista, al que pertenecía la víctima; pero el encuentro entre las dos bandas rivales no fue casual. Decenas de cabezas rapadas se habían reunido para participar en la marcha convocada por el partido ultraderechista Democracia Nacional en contra de la inmigración, una concentración autorizada por la Delegación del Gobierno que trataron de boicotear grupos de jóvenes antifascistas. Si en la calle a las fuerzas de Seguridad les resultó posible mantener el orden, nada pudieron hacer para evitar la brutal refriega entre miembros de las dos bandas ya en el interior del Metro. Este suceso se produce sólo unos días después de otros episodios de violencia. Recordemos la paliza que cuatro cabezas rapadas propinaron a un colombiano o los golpes que recibió una adolescente ecuatoriana por parte de un individuo en el Metro de Barcelona. Las autoridades deben tener en cuenta esta escalada violenta a la hora, por ejemplo, de autorizar una concentración, puesto que es habitual que grupos rivales quieran reventarla, y debería extremarse la vigilancia en el Metro. Al tratarse de un transporte tan utilizado, este tipo de sucesos provocan una gran alarma ciudadana.