M2 / CRIMEN EN LEGAZPI

«No hay agresión sin respuesta»

El Mundo, JAIME G. TRECEÑO, 12-11-2007

Dos calles más allá del lugar del crimen hay una sede de un grupo antisistema. Los vecinos de Legazpi vivieron con estupor el asesinato y la fuerte presencia policial De una cosa sí que puedes estar seguro, que no hay una agresión sin respuesta». La rabia se le vertía de la boca en cada palabra a un joven, de estética antisistema, en la plaza de la Beata María Ana de Jesús. Junto a él, una chica muy joven se aproxima y pregunta: «¿Estás seguro de que el chaval apuñalado ha muerto?». Un instante después, se comía los puños al conocer la respuesta afirmativa, mientras el piercing rosa de la comisura del labio parecía salírsele del rostro.


«Venga, vámonos», sale al paso un hombre enjuto con una camisa desabotonada que deja ver una camiseta con el símbolo de la CNT en el pecho. «Ellos, la Policía, saben perfectamente quienes son y no hacen nada. No lo entiendo», asegura su compañero, el más echado para delante. Pelo corto, chaqueta de cuero de cremalleras muy vieja y botas. Las chapas con el símbolo tachado del grupo nazi de Bases Autónomas, y de un muñeco que tira una esvástica a la basura. Su identidad, no dejaba lugar a la duda.


Al mediodía el barrio de Legazpi se vio sobresaltado, por el asesinato de un joven antifascista, a las puertas de la boca de Metro situada en mitad del paseo de Delicias. Precisamente, cerca del lugar, en el número 17 de la calle Batalla de Belchite, hay una sede de estos grupos.


Patadas a la máquina


«Pasaron como si fuese una manifestación y daban gritos. Trascurrido un rato, llegó la Policía», asegura el hombre que atendía un locutorio próximo a dónde ocurrieron los hechos. «Los chavales – los antisistema – estaban aquí desayunando, tranquilos. No había ningún problema. Pagaban lo que consumían… De repente, a las 11.45 horas, se montó todo. Lo siguiente que recuerdo es a una joven que había salido a la trifulca que regresaba al bar y se liaba a dar patadas a una máquina. Le llamé la atención pero imagino que estaba histérica», aseguraban desde el bar que da a las puertas de la salida del Metro.


«Este es un barrio tranquilo y frente a lo que se pueda pensar, aunque haya muchos inmigrantes, no hay problemas», aclaran.


La zona de Legazpi vivió con sobresalto los acontecimiento. No era para menos, ya que agentes de la Unidad de Intervención Policial (UIP), los antidisturbios, habían acordonado y tomado la calle. Hasta ocho furgonetas ocupaban la calle. En las bocacalles acordonadas, los enteradillos se encargaban de difundir las noticias. «Parece que ha sido una reyerta entre nazis y punkis. Otros, optaban por preguntar a los agentes que velaban el cordón. «Le digo que no lo sé pero si se va a ver la tele seguro que se entera mejor», contestaba un policía.


A las 16:30 horas de la tarde la Policía levantaba el cordón policial. Tan sólo unos minutos antes, trabajadores de la funeraria salían de la carpa en la que estaba el fallecido e introducían el cuerdo inerte del joven y la camilla en la que lo transportaban en un coche. La sangre del chaval quedó en el suelo, mientras un miembro de el Samur se afanaba por quitar los restos de sangre que habían quedado impregnados en el borde de la carpa.


«¿Quieres que te limpie?», le preguntaba un operario del Selur con una manguera a presión en la mano. El sanitario niega con la cabeza. El empleado de limpieza acciona el mecanismo del tanque del camión y la sangre se diluye con el agua, mientras se extiende por la calzada.

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