El circo xenófobo

El País, XAVIER CASALS, 10-11-2007

Sergi Xavier Martínez, de 21 años, cometió una agresión xenófoba contra una menor ecuatoriana en un ferrocarril el pasado 7 de octubre. Según SOS Racisme, este execrable acto xenófobo es uno más de los que se cometen en Cataluña (según la organización, en 2006 fueron 158). Pero en esta ocasión dos hechos le han conferido un carácter diferente: que el agresor fue identificado gracias a que lo filmaron cámaras del convoy ferroviario y que la grabación de la agresión fue difundida por numerosos medios de comunicación. El vándalo se convirtió entonces en el foco de atención de los medios de comunicación y se orquestó en torno a su figura un circo mediático que aún se agita. Y si triste fue la agresión, penosa ha sido la tramoya así creada.

Empecemos por analizar el vídeo. Ya es censurable que éste hubiera sido accesible para el público en websites de la prensa al trascender la agresión, pero aún lo es más que semanas después aún se pueda contemplar en ellas. ¿Por qué los medios de comunicación denuncian vídeos vejatorios o violentos en páginas web como Youtube y el que nos ocupa puede verlo cualquiera – menores incluidos – en la prensa digital? No está de más recordar al respecto que la semana pasada se expuso también en la versión digital de algunos medios de información la agresión a un menor en Boiro (A Coruña) efectuada por otros dos y que grabó un tercero con teléfono móvil. Sin embargo, La Voz de Galicia no lo difundió para “no contribuir con sus medios a la difusión de imágenes violentas”.

La accesibilidad del vídeo plantea otros problemas: ¿Qué persigue su exhibición? Si ésta quiere ser pedagógica, ello casa mal con las consecuencias de su impacto. Por una parte, imágenes como éstas pueden ser emuladas por minorías violentas. Por otra parte, cabe pensar que fue su impacto lo que hizo concebir a grupos magrebíes y latinos ansias de venganza contra el agresor. Estas cuestiones no han influido en los medios de comunicación y lo que son vídeos censurables en casa ajena (Youtube y otras eventuales páginas web) son para ellos de “interés informativo”. No deja de ser curioso este distingo que permite al prescriptor de información erigirse en censor según su conveniencia.

Sigamos con el episodio. Dado que la agresión ha acaparado la atención de los medios de comunicación, éstos han creado un juicio paralelo de todos los presuntos implicados en la misma desde su óptica informativa. Así, han inquirido al único testigo presencial de los hechos por qué no intervino y se han apresurado a exponer supuestos fallos judiciales al quedar en libertad el agresor. No obstante, ello no sucedió debido a una negligencia, sino por la decisión – acertada o no – que tomó el juez, dado que la agredida no presentó parte de lesiones ni prestó declaración ante él y no pudo hacerse un juicio rápido.

Tampoco han faltado presiones sobre el magistrado del caso y la presidenta del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña ha señalado que el ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, ha actuado “como fiscal del caso”. Esta presión sobre la justicia constituye otra cara sórdida del suceso, pues testimonia que la actuación judicial puede ser mediatizada por el clamor de los medios de comunicación y, sobre todo, porque la excepcionalidad que rodea a este caso corrobora que en la mayoría de agresiones xenófobas la normalidad es otra: las envuelve el silencio porque, según SOS Racisme, las víctimas ni siquiera las denuncian por miedo.

¿Qué lectura se desprende del episodio? Que la xenofobia violenta vende en los medios de comunicación porque genera una alarma social que estos retroalimentan. Ateniéndonos a lo expuesto, quienes se preguntan por qué se difunden actitudes xenófobas disponen de un primer elemento para formular la respuesta: algo tienen que ver en ello los medios de comunicación que las magnifican. Y no se nos acuse al manifestarlo de confundir a un medio con el mensaje que transmite, pues, como dijo Marshall McLuhan, “el medio es el mensaje”.

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