Los hijos de África

"La Ley del Menor no es el instrumento que deba regir la vida de estos jóvenes, pero el tono de la intervención de Ana Oramas en el Congreso deslegitima cualquier demanda"

Canarias 7, Juan Manuel Pardellas, 23-10-2007

Nuestros patriotas están adocenados, carentes de iniciativa y cegados por la venganza y la ausencia de autocrítica. Entre tanta disputa electoral debían haberse sentado, hablado y consensuado los asuntos que merecen una estrategia común de las islas. De los muchos ejemplos que evidencian este desinterés por la tierra que representan, que no por el dinero que cobran (¿merecidamente?) por ello, está el caso de los menores extranjeros no acompañados. África no nos envía sus hijos desde ayer. Hace más de trece años que llegan embarcaciones con magrebíes a las islas y más de siete que lo hacen subsaharianos.

Familias, aldeas enteras, se desprenden de sus ejemplares biológicamente más fuertes, reúnen el dinero exigido en un negocio tan rentable como los diamantes de sangre y se desprenden de su mejor mano de obra. A ello han unido a muchos de sus hijos. Éstos abandonan la casa o la calle, porque no aguantan más, o bien los empujan sus padres porque entienden que, entre nada y una (aunque mínima) posibilidad de una vida mejor vale la pena arriesgarse a una sola carta. Aquí, como siempre, a trompicones, la llegada de los hijos de África se sortea gracias a la voluntad y solidaridad, no como consecuencia de un debate desapasionado.

La Ley del Menor no es el instrumento que deba regir la vida de estos jóvenes. Pero la encendida intervención de Ana Oramas en el Congreso deslegitima cualquier demanda. Pídansela, léanla y, sobre todo, exijan que nunca más se utilice a estos chicos de una manera tan insultante. Nos dicen que 800 son muchos, en una comunidad con 300.000 alumnos, 2 millones de residentes y 12 millones de turistas. No demandan dinero para mantenerlos y educarlos, sino que se los lleven de aquí a toda costa Este grupo selecto de nacionalistas se basta para autoalabarse. Pero sus pies están tan llenos de barro como los de cualquiera. Las madres y padres de África y los que vivimos en estas islas merecemos un respeto. Y, quienes más, los propios chicos, que con pocos años tienen más vida a sus espaldas que todos nosotros juntos.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)