Migración internacional: el nuevo maná

Economía y desarrollo

Prensa Libre, Tomás Rosada Villamar, 11-10-2007

“Con ese cuadro cualquiera estaría tentado a sugerir que dejemos de exportar y recibir turismo y mejor pongámonos a producir chapines para mandarlos al exterior”.

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Opinión

En los últimos cinco o seis años Guatemala ha presenciado un fenómeno del que mucho se ha hablado, con pocos datos (confiables), con mucha especulación, y con un oportunismo ácido que nos debiera llamar a la reflexión a todos. Hablo de nuestros paisanos en el exterior y de la plata que mandan bautizada como “remesas”.

Para ponernos en contexto, los ingresos de divisas que corresponden a remesas se han disparado a niveles tan visibles que de representar cerca de un 2.5 por ciento del producto interno bruto en el 2001 hoy rascan poco más de 10 por ciento.

Dicho de otra manera, y para darnos otro punto de comparación, hoy las remesas superan en ingresos de divisas a cualquier producto de exportación.

Son más de 13 veces los ingresos del café, casi ocho veces más que lo que nos deja el azúcar, y alrededor de cuatro veces los ingresos por turismo.

Con ese cuadro cualquiera estaría tentado a sugerir que dejemos de exportar y recibir turismo y mejor pongámonos a producir chapines para mandarlos al exterior.

Total, es allá donde demandan servicios públicos, no hay que convencerlos ni moverlos en camiones durante las elecciones porque no tienen derecho a votar, y si infringen la ley es otro el país que tiene que llamarlos al orden. ¡Es simplemente el negocio perfecto!

El tema de remesas es tan significativo hoy día que distintos actores sociales han reaccionado al respecto.

Los bancos del sistema están detrás de capturar este bolsón de plata para canalizarlo y hacerlo producir.

Instituciones de carácter internacional, como la Organización Internacional de Migraciones (OIM), se ha dado a la tarea de coordinar el levantamiento de encuestas de hogares anuales que permitan tomarle el pulso al fenómeno.

Centros de investigación han llevado a cabo estudios para tratar de extraer señales de ese fenómeno que hoy se percibe como un “maná caído del norte”.

Un maná que ciertamente nos ha llegado, pero que a diferencia del bíblico, este sí que tiene costos. Y de ellos se discute poco.

De hecho quedan aún muchas preguntas abiertas y análisis por hacer.

Por ejemplo, a la fecha no hay una explicación única y totalmente convincente de qué es lo que generó esta “explosión” de dólares enviados al país.

Lo que sí sabemos es que en otros lugares (México, para citar uno) se ha generado el mismo debate y se ha llegado a sugerir que hay un problema de medición de esta variable.

Es que las tasas de crecimiento de las remesas en los últimos años han sido alrededor de 20 por ciento mientras que la población que ha migrado ha crecido a tasas que rondan 3.5 por ciento.

Tampoco se habla mucho de los impactos que tiene la remesa, y no hablo de los macroeconómicos (que también los hay) sino de los que se viven cotidianamente en los hogares y en las personas.

Porque aunque esos recursos hoy representan una parte importante de la economía realmente debieran ser motivo de vergüenza nacional, ya que son la más clara muestra de la incapacidad de esta sociedad de ofrecerle oportunidades a una parte importante de su población.

Es decir, todos esos chapines se van del país porque simple y llanamente aquí no ven un futuro claro… ¡mucho menos promisorio! Este costo no se contabiliza.

Hay historias impactantes de fenómenos asociados a la migración como las “viudas blancas”, aquellas mujeres que se quedan en sus comunidades a cargo de la responsabilidad que el jefe de hogar deja delegada en ellas cuando decide migrar.

A esas mujeres, madres, y esposas probablemente no les hace mucha gracia tener que verse de la noche a la mañana solas y al frente de todo, y con la presión social de la comunidad que actúa como una extensión de los ojos del marido que ha migrado. Ese costo tampoco se contabiliza.

Así como este par de ejemplos hay muchos otros “impactos” de la migración que no se suman (o mejor dicho restan) al monto que entra al país por remesas.

Desintegración familiar, remesas sociales, familias transnacionales, riesgos a la integridad física del emigrante así como de los que se quedan esperándolo, son algunas de las cosas que bien haría la academia, el Gobierno, y la cooperación internacional en tratar de ir cuantificando y reflexionando.

Esto para poder aproximar –como hoy se intenta con el medio ambiente–, un balance global de un fenómeno que definitivamente es más que económico.

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